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¡Oh, ven; ven tú!

El acento emocionado de David Luque y la expresividad de Beatriz Argüello, la coreografía envolvente, las caricias sostenidas en el aire y los silencios, son los puntos fuertes de la obra de teatro poético ‘Vano fantasma de niebla y luz’, una propuesta artística de Raúl Losánez con dirección de Ana Contreras predestinada muy especialmente a hacer las delicias de los lectores de Gustavo Adolfo Bécquer. En el teatro Fernán Gómez (Centro Cultural de la Villa), hasta el 12 de noviembre.

Por Maica Rivera

Foto: Pablo Lorente 

5 noviembre, 2023


Del salón en el ángulo oscuro, hace su aparición no el arpa sino el pianista Jorge Bedoya, trasunto becqueriano iluminado por la daga cenital cual pincel de Valeriano Bécquer. Apenas unos segundos bastan para sentir. Gustavo Adolfo está presente entre nosotros. Vibraremos desde aquí hasta el final, durante sesenta minutos que vuelan, al compás del verso y la música (a la partitura de Bedoya, se suman las canciones de Raquel Riaño) en este bello, siempre necesario, homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-Madrid, 1870), a través de sus propios textos, que propicia el reencuentro del poeta con su público. Tan arriesgadas como infinitas son las posibilidades que brinda hoy una puesta en escena de la poética becqueriana. Conceptuales incluso antes que escénicas: se intuye un arduo trabajo intelectual, depurativo al más genuino estilo becqueriano, detrás de Vano fantasma de niebla y luz que remite en méritos al dramaturgo Raúl Losánez, certero en la selección textual que gira en torno a la búsqueda del ideal inalcanzable como tema principal, derivado del anhelo romántico-decimonónico de infinito. Entre las más sencillas de recordar, las rimas II, X, XIII, XIV, XX, XXI, XXXVIII, XLIX, LII, LIII, LV, LX y LXIX; y no será raro, como es de esperar, encontrar a lo largo de la función labios entre el público uniéndose sin voz al recitado sobre el escenario de David Luque y la musa Beatriz Argüello, en cuya declamación recae, con éxito, el peso específico del montaje de la compañía La Otra Arcadia.

“Transitando del gozo del hallazgo al pozo de la desesperación, Luque interpreta los distintos estados del alma del poeta en pos de un ideal, de una inspiración que no sabemos si es etérea o real, y que está encarnada por Argüello. El empeño de la puesta en escena ha sido danzar los poemas, poner música a los movimientos del espíritu, revelar el ímpetu y la tormenta que se agitan en el interior de las palabras”, explica la directora Ana Contreras. Al espectáculo performático se une la danza para transmitir el sentimiento de búsqueda de plenitud “que el poeta vislumbra, más que alcanza, a través del amor y de la creación artística”. Y prima lo lírico sobre lo dramático. Ésa era la idea primordial, bien conseguida, de Losánez. El espectáculo nació con la intención de redescubrir la vigencia del legado de Bécquer, quien ejerció una extraordinaria influencia en movimientos literarios que vinieron después, como el modernismo, el simbolismo y la Generación del 27, y en destacados autores como Machado, Valle‐Inclán o Pío Baroja. Se encuentra inspiración, entre otras, en palabras del propio Dámaso Alonso (1937): “Cuando se quiera explicar el mejor Alberti -y aun parte de Lorca-, ¿no pasará por nuestra imaginación, detrás de la idea de la poesía popular -y mezclada con otros elementos-, la sombra de la poesía de Bécquer? Y la voz será remansada y dulcemente dolorida -Manuel Altolaguirre- o nostálgicamente blanca y finísima -Luis Cernuda-, o se encrespará hasta el torbellino, como la del penúltimo Alberti, y más aún, la de Aleixandre. La sombra de Bécquer, más cerca, más lejos, estará siempre al fondo. Y no es que estos poetas hayan siempre pensado en Bécquer (…); es que viven en una atmósfera, en un clima poético que sólo el genial experimento de Bécquer alumbró e hizo habitable para los españoles”.


Es por todo esto que vemos en Vano fantasma de niebla y luz una plataforma artística sencilla y poderosa, por tanto, muy adecuada, para combatir ese alejamiento progresivo que de Bécquer muchos venimos percibiendo, y lamentando, en el que pensamos que debiera ser su público natural y ya no lo es tanto. Frente a tópicos, mitos, prejuicios y posibles elitismos, se lleva el legado becqueriano a las tablas con la intención de mostrar que conserva, para todos, intactas su belleza y su profundidad, en la línea en que lo defendió el poeta Juan Rejano: “Bécquer es el más alto lírico español del XIX. Y de esa altura no lograron hacerle descender ni la vulgaridad de la época -de su época y de la posterior- ni la torpeza de sus imitadores. Jamás poesía alguna se ha visto sometida a tan terrible prueba (…). Las rimas de Bécquer fueron el punto de apoyo, la obligada causa, del suspiro de todas las señoritas cursis y todos los galanes empalagosos. Sin embargo, ahí están, intactas, virginales; ahí está esa poesía como el día mismo en que pasó angustiando, quemando, el corazón de su creador”.

La Otra Arcadia

Fundada por Ana Contreras y Raúl Losánez, La Otra Arcadia es una compañía teatral de reciente creación cuya actividad se vertebra en torno a tres ideas fundamentales: la recuperación de textos y autores clásicos de enorme valor dramático, la versatilidad y mixtura de lenguajes escénicos y la atención a obras de nueva creación tratando de buscar, simplemente, la más eficaz y actual escenificación de las mismas. El radio de acción de La Otra Arcadia abarca desde lo puramente clásico y dramático hasta lo Contemporáneo y posdramático. Larga vida a La Otra Arcadia.


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