Pocas publicaciones más acertadas han llegado hasta nosotros durante este Año de Gracia de 2022 que la que Siruela pone en nuestras manos con los Diarios de Sophia (1809-1871) y Nathaniel Hawthorne (1804-1864). Por primera vez en castellano, en una impecable edición a cargo de Lorenzo Luengo, que aparece presentada como “un retrato vívido de una época que marcó el rumbo de la literatura y la filosofía de nuestro tiempo”.
Frank G. Rubio. Foto interior: Nathaniel Hawthorne (Mathew B. Brady/Library of Congress).
Ésta de Lorenzo Luengo es una edición excelente donde las haya en la que por primera vez se vierte al castellano esta colaboración entre el autor de La letra escarlata (1850) y su esposa Sophia que tuvo lugar entre los años 1842 y 1843 en Concord (Massachusetts).
Se trata de un trabajo muy cuidado acompañado de una extensa, minuciosa e incisiva introducción de su traductor, quien es autor, a su vez, de dos apéndices, una colección de notas y una bibliografía que nos ayudan a contextualizar y comprender un texto, tan peculiar, surgido de la imaginación de dos nativos de Salem que dieron testimonio con él, durante su estancia en un rincón geográfico que nada tuvo de accidental y azaroso, de sus primeros tiempos de convivencia matrimonial. Tiempos plenos de amor, mutua comprensión, lecturas y encuentros variados y armonía.
El lector encontrará una narración precisa de las peripecias que el texto sufrió antes de llegar a nosotros, que las hubo y muchas, gracias a la erudita investigación del traductor. Investigación que excede con mucho los formalismos académicos en boga y nos sitúa, con precisión mágica, en un contexto simbólico, biográfico y epocal, con una nada casual tonalidad mesmérica, donde no son ajenos para una mejor comprensión los fantasmas y las sincronías.
No debemos omitir, en modo alguno, el marco filosófico en el que se desarrollaron estos acontecimientos literarios y humanos, vinculado a esos “apóstoles de Lo Nuevo” que crearon el Trascendentalismo; variante filosófica norteamericana, surgida en Nueva Inglaterra, procedente de saberes germánicos, que tan poca simpatía le deparara a Edgar Allan Poe (1809-1849), contemporáneo afín a alguno de los protagonistas de esta obra.
CÓMPLICES DE LA BELLEZA SALVAJE
El relato “Musgos de una vieja rectoría” (Valdemar, 1994, 2015; hay también edición de Acantilado de 2009) recoge en sus páginas, por haber sido escrito en esa misma época y lugar, una parte sustancial del material contenido en los Diarios procedente de las entradas de Nathaniel.
Por motivos económicos la viuda se vio obligada a copiar los Diarios , expurgándolos cuidadosamente. Julian Hawthorne (1846-1934), el hijo, los venderá a un coleccionista en 1903; pero no será hasta 1996 cuando, desde el ámbito académico, se configure la actual versión restaurada y completa de los materiales.
La casa misma, “la vieja rectoría”, desde cuyos ventanales los habitantes del momento fueron testigos de un episodio seminal de la Revolución Americana, sus sucesivos inquilinos, sus visitantes durante la época de los Diarios… entre los que se encontraron personalidades como Emerson (1803-1882), Margaret Fuller (1810-1850) o Thoreau (1817-1862), sus fantasmas… sugieren al traductor, como lo hacen las continuas derivas fluviales y florales de los autores de los Diarios , una corriente invisible de la literatura americana de su siglo que sólo Herman Melville (1819-1991), que dedicó su obra maestra a Nathaniel Hawthorne, pareció intuir.
El Pasado es indescifrable, el Presente: indestructible y el Futuro… el futuro es potencialmente aterrador.
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