magazine

AMANECE DE NUEVO, MADRID

Por la puerta de Valnadú entro a verte en esta ocasión y, sin demora, bien aprendida la lección, coloco mis dedos sobre la piedra con las cinco huellas del diablo, y, sin la más mínima pericia y con todo el disimulo, escupo como pide la costumbre, no vaya a ser que negar la superstición me traiga mala suerte. Lo fundamental, en cualquier caso, es que haya pulso, sea cual sea la energía que alimente el corazón. Mientras este se empeñe en su labor, no hay nada que temer. Y esta piedra late.

Anamaría Trillo. Foto: Maica Rivera


 

Separar mis dedos de su desgastada superficie es lo que me incita a comenzar nuestra aventura. Caminar en tu busca es para mí tan manía como costumbre; al igual que insistir en escribir a mano o leer libros de papel. Estos empeños tienen mucho que ver con el tiempo; el que se dosifica en mí. Ese tiempo que pretendo dominar letra a letra, paso a paso.

No sé qué me diste la primera vez ni qué esperar de la que pueda ser la última, pero en cada uno de mis pasos las letras inundan, a borbotones, tus arterias. Crepitan en mí los torrentes de palabras, me ahoga la adjetivación excesiva y caprichosa de todo primer amante. Y sigo caminando, como quien escribe porque no puede no hacerlo.

Y desde aquel día, si ya antes te leía, te leí mucho más; y desde aquel día, si ya te escribía… desde entonces, ya te puedes imaginar

Algo tienes, Madrid; algo que se queda prendido en la retina de quien te contempla. Un recuerdo indeleble, permanente, más bien insistente. No es tu belleza, ni tu fealdad. No es tu cielo azul ni el gris de tu pavimento. No es tu frío ni tu calor; ni tu día ni tu noche. Eres el contraste de todo ello cuando juega a la contradicción. Eres a la vez la delicia del cielo y el tormento del infierno.

Pero te abres a cuantos te visitan. Te ofreces a tantos como te necesitan. Y siempre te entregas, sin reservas, a todos cuantos te aman. 


LO

¡Comparte este post!