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CUANDO LA BELLEZA NOS AYUDA A VIVIR

Según una tradición antigua, el oro crece por influencia del sol. ¿Influirá también la luz en el crecimiento de la poesía? Nos adentramos en los misterios de la poética luminosa con Clara Janés, emprendemos el ritual Camino de Sardes. Abrimos el oráculo, un ensayo crepuscular publicado por Libros del Innombrable que encabeza nuestra lista de favoritos del año. Y hablamos de sus secretos con la autora.

Alberto Ávila Salazar


AAS: Poesía escandinava, árabe, española, textos sapienciales hindúes y egipcios; autores como Odiseas Elitis, Artur Lundkvist o Victoria Cirlot; filósofos con Heidegger o Wittgenstein, cineastas como Ingmar Bergman, pensadores clásicos como Empédocles… Es asombrosa la lista de referencias e ideas que son manejadas con naturalidad en Camino de Sardes, todas ellas de manera natural y bien cohesionada. ¿Esto implica que la poesía maneja un único lenguaje que trasciende épocas e idiomas?

CJ: Me encanta la frase de Fazil Hüsnü Dağlarca, dicha en el primer Congreso de Poesía de Estambul, ya hace bastantes años: “La poesía es lo que queda cuando desaparecen las palabras”.

AAS: En ocasiones, he tenido la impresión de que Camino de Sardes es un libro místico, que no religioso, ¿es así?

CJ: Nada de eso. Ahora bien, es un libro que nace del pensamiento sobre la luz.  Este tema me llamó la atención ya de muy niña, me di cuenta -naturalmente sin saber expresarlo- de lo que dijeron Einstein y SchrödingerLa luz es materia. Nace, pues, de qué sucede en una zona del mundo donde pronto se llega a la luz total y, en otro momento, a la oscuridad total.

AAS: El capítulo final es particularmente hermoso, trata sobre el peso de las palabras y se cita aquella hermosa frase de Dostoievski que dice “La belleza salvará la Tierra”. ¿En estos momentos tan difíciles cree que así será, podrá la belleza salvarnos?

CJ: No creo que la belleza pueda salvar la Tierra, pero, personalmente, creo que nos puede ayudar a vivir, y ya es mucho.

AAS: Se habla en el ensayo de soledades, contemplaciones, fracturas, iluminaciones y también de silencios. ¿Se podría decir que la poesía es una manera de traducir en palabras el silencio, o acaso la relación entre ambos es más compleja?

CJ: Una cosa es la contemplación y otra el silencio.

Silencio para mí es callar, pero puede ser admirar. Tal vez la mirada exprese sin hablar y la poesía, en ciertos momentos, va más allá de las palabras. O más acá…

LA ECUACIÓN DE LA POESÍA

AAS: Es muy interesante el capítulo dedicado a los números, no es la primera vez que en su obra se trata el asunto de la ciencia, ¿hay poesía en los números o en la lógica?

CJ: Hay mucha poesía en los números. La poesía es un modo de ecuación que, a veces, se presenta al revés: viene el resultado y tienes que averiguar las cifras previas. Es que la sensibilidad se salta planos.

AAS: Es bien conocida la frase del músico Frank Zappa que decía que escribir sobre música es algo así como bailar sobre arquitectura. No sé si lo decía con ironía o expresaba un imposible. ¿Acaso hay algo de imposible en escribir un ensayo sobre poesía?

CJ: Se lo podríamos preguntar a Dámaso Alonso si viviera. Lo que escribió sobre Góngora no tiene parangón.

AAS: La poesía está en una crisis constante, o tal vez en eterna transformación (que es casi lo mismo). La realidad es que hoy se encuentra mayoritariamente en las redes sociales, aunque la calidad es, a menudo, discutida. ¿Qué opinión le merecen los poetas de Internet? ¿Es posible que llegue a existir una relación positiva entre poesía y tecnología?

CJ: Nunca entro en Internet para una cosa así. Y no hablemos de las redes sociales. Sé que existen pero nada más.

AAS: Es muy relevante su trabajo a la hora de reivindicar el papel de las mujeres en la Historia de la Literatura. El relativamente reciente descubrimiento de figuras clave como la sacerdotisa Enheduanna, la poeta provenzal Condesa de Día o las escritoras arabigoandaluzas del siglo X son sólo algunos ejemplos de la existencia de una tradición literaria paralela y soterrada. ¿Hay que reescribir la Historia literaria?

CJ: Mi primer trabajo en la Universidad, cuando tenía 17 ó 18 años, fue sobre la Condesa de Día, todavía lo conservo.

Ya publiqué el libro Guardar la casa y cerrar la boca, donde traté toda la escritura de mujeres. Ahora lo están traduciendo al inglés. También hice, hace muchos años, una antología sobre las primeras poetisas en lengua castellana que se ha reeditado muy ampliada.

Todo se va reescribiendo. Había antecedentes en los que me basé, la importante antología de Manuel Serrano y Sanz publicada en 1903-1905. Incluso fui comisaria, en 2013, de una exposición sobre retratos de las escritoras antiguas. La Biblioteca Nacional está llena de tesoros.

AAS: Usted ha traducido a autores como Holan, Seifert, Duras o Mansfield, entre muchos otros. ¿Es requisito necesario para traducir poesía, ser poeta?

CJ: El tema de la traducción es complejo. Cuando el pensamiento del poeta es, además de sus palabras, poético, no se puede arriesgar. Cuando lo poético del autor es fundamentalmente la palabra, fonéticamente hablando, ya puedes ser poeta que difícilmente acertarás. Éste es, por ejemplo, el caso de Seifert. Siempre se escapa. Para poder rendirle justicia, traduje más de seiscientos poemas y ni siquiera con los ciento treinta que publiqué me quedé contenta. En cambio, Holan cae siempre de pie, pues todo en su obra, palabra y pensamiento, es pura poesía.

AAS: A menudo ha citado la importancia de Vladimir Holan en su vida, un terremoto existencial y poético que incluso la llevó a aprender checo, ¿sigue estando Holan presente?

CJ: Siempre está presente Holan. Ahora en algo tan endemoniado que es impublicable. ¡Todo un reto!


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