Juan Eduardo Cirlot, Michael Moorcock y Death in June son las tres patas sobre las que se asienta Piel de plata, la nueva novela de Javier Calvo. En el epicentro, Cirlot, quien posiblemente sea el que necesite menos presentación para el lector: poeta, crítico de Arte, músico, mitólogo y erudito, su legado es torrencial, hermético y preñado de misterios y símbolos.
Alberto Ávila Salazar. Fotos: Maica Rivera
Moorcock es conocido en nuestro país por los aficionados a la novela fantástica, El rey de las espadas y las sagas de Corum y de Elric de Melniboné resultan familiares para el lector que se enamoró de la espada y brujería en los años setenta en nuestro país, merced a las casi artesanales ediciones de Francisco Arellano; Moorcock es un auténtico estajanovista de las letras que, pese al relativo silencio en el que está sumido en los últimos años, tiene docenas de novelas de todo tipo de géneros y pelajes. Por último Death in June es una banda de culto fundada en 1981, pionera del neofolk y dotada de enorme voltaje esotérico y melancólico, caída en desgracia por sus veleidades y extremismos políticos.
Partiendo de aquí, Piel de plata cuenta la iniciación (o la iniciaciones) de Pol, un joven de catorce años que, después de un episodio de violencia, tiene que integrarse en el mundo. Para hacerlo el azar le pone en su camino una joven, algo mayor que él, que será mucho más que un simple amor adolescente. Bronwyn es el espejo de la fascinación de Pol, la visión en carne y hueso que le llevará al Otro Lado.
El Hotel de las Letras en plena Gran Vía es el lugar donde charlo con Javier Calvo sobre su novela. Calvo espera paciente y amable en una de las liturgias más extrañas del escritor, la de atender a la prensa. “Este es un libro escrito con la pretensión de ser una versión del ciclo de Bronwyn, que para mí es un ciclo iniciático en cierta manera”; y, en este punto, reflexiona y rectifica: “No en cierta manera… Lo es. Si bien lo matizaría diciendo que este ciclo viene al final de un proceso mucho más largo. Bronwyn, en sí mismo, posiblemente pueda causar lesiones cerebrales a quien no esté preparado, y es el resultado de un itinerario previo en el que Cirlot inventa una serie de figuras con elementos mitológicos o religiosos.
Por esto lo interpreto como una búsqueda de trascendencia por medio de la escritura, pero también por medio de la comunión con esa figura femenina que en última instancia se identifica con una figura interior o con una parte del alma. No es pequeño el desafío de traducir algo así a un idioma novelesco, y lo hago por medio de metáforas o nuevas maneras de reproducir este proceso, y es ahí donde introduzco elementos que me gustan personalmente o me interesan, y empleando referentes dentro de un ámbito como la adolescencia”.
La adolescencia en Piel de plata está retratada de manera romántica, con energía rebelde. “Es una fase de consumo rebelde o maníaco de ciertas formas de arte, literatura y música, que unido a esta figura que lo tutela todo, Bronwyn, hace que se condense todo este proceso de iniciación”.
UNA BARCELONA INTERIOR
Calvo sigue afilando su discurso, habla despacio, con frases medidas, haciendo que cada de una de ellas explore nuevas tierras. “Yo venía de escribir novelas que trataban sobre el espacio público. Eran historias de crímenes que transcurren en la polis y que hablaban sobre la corrupción de esos espacios públicos. Por lo contrario, Bronwyn trata sobre el espacio interior y se centra en una efímera liberación en un momento muy concreto de la vida”.
Pese a todo, Barcelona es otro de los ejes de Piel de plata, hasta el punto de que parece inconcebible esa novela transcurriendo en otra urbe: “En la novela hay un intento de construir una Barcelona interior, y he usado como referente la obra de Juan Eduardo Cirlot”. Esta ciudad “tiene una tradición literaria muy potente, y muchos escritores simplemente se zambullen en ella”. Como lector, Calvo manifiesta su debilidad por Vida privada de Josep Maria de Sagarra, Últimas tardes con Teresa de Marsé, algunas novelas de Mendoza, pasando por Casavella o gente de su generación como Kiko Amat o Miqui Otero, “un tipo de novela barcelonesa realista o costumbrista que retrata la estructura de clases de la ciudad, como la confrontación entre el pijo burgués contra el outsider o el centro contra la periferia, una tradición muy construida e institucional, aunque se planteó en su día como anti-institucional, como queda bien claro en Últimas tardes con Teresa”.
Pero el desafío es otro para Javier Calvo, más allá de estos territorios acotados: “Una fantasía que tenía o que he tenido desde hace años es preguntarme si hay una tradición barcelonesa distinta, y que yo asocio básicamente con Cirlot. Una tradición nocturna en contraposición a la Barcelona diurna de las novelas que he citado antes, una línea más solitaria, íntima, lunar que se encuentra en la descripción cirlotiana de Vallcarca, como un barrio mágico“. Lo cierto es que “Vallcarca no tiene nada de mágico pero él consigue transformarlo: en general habla de Barcelona en términos muy negativos, como si fuera una ciudad falsa en un sentido gnóstico, para él es una ciudad demiúrgica que necesita alterar llevándola a una realidad superior”. La ciudad es una presencia tangible en su obra, “en Corona de flores hay un retrato misterioso y algo sobrenatural de ella, y me gusta pensar que existe una tradición en este sentido, pero no se me ocurren ahora más autores que Cirlot tratándola de este modo”. La urbe en Piel de Plata parece a veces una irradiación de las emociones de Pol, a la vez, imprescindible para la narración.
Piel de plata es un libro escrito con la pretensión de ser una versión del ciclo de Bronwyn, que para mí es iniciático, una búsqueda de trascendencia por medio de la escritura y puede causar lesiones cerebrales a quien no esté preparado
Esta novela transgrede las apariencias, está impregnada por la capacidad del escritor de mostrar realidades muy diferentes a las consensuadas. Los tres elementos o influencias que demarcan la evolución del protagonista pueden parecer muy dispares ante una mirada poco atenta, pero Calvo ofrece otra visión. Cirlot, Moorcock (Cooper Crow en la novela) y Death in June son escogidos “por un acto de pereza y porque pensaba que podían funcionar como revulsivos iniciáticos, son artistas que a una edad muy temprana pueden girarte la cabeza, pero la idea no era tanto establecer una analogía entre ellos, o demostrar que tienen algo en común, como plantearlos como etapas de un proceso en el que se va profundizando”.
Piel de plata tiene “subrayados dramáticos que compensan el hecho de que son referentes raros e intento explicarlos, el momento más significativo es el homenaje a Cuento de Navidad de Dickens donde se explicita el significado de cada uno de estos referentes en el proceso del protagonista: Moorcock es el aislamiento; Cirlot, el hermetismo; y Death in June, la confrontación. Me gustan los personajes limítrofes. Me gusta eso más que escribir sobre gente normal. Prefiero los personajes que están entre lo aceptable e inaceptable y el mejor ejemplo es el cantante de Death in June”.
Douglas Pearce presenta valores claramente negativos, “he ido a muchos conciertos suyos y veo que tiene un discurso que se basa en la ambigüedad, crea una melancolía basada en la muerte, ofrece toda una serie de valores que la Historia ha demostrado que son negativos, pero cuando le oyes cantar piensas que tal vez lo que tenemos ahora es todavía más negativo; por tanto se puede sentir nostalgia hacia algo denostado, que no es necesariamente el Tercer Reich, pero que se puede aproximar a los valores de la Vieja Europa”. Para Calvo, “eso es una exploración del límite, del límite de lo que uno puede aceptar”.
Más allá de ser buen escritor o expresar correctamente las ideas, si estás de acuerdo con los valores tu época y con lo que la gente cree de forma mayoritaria, nunca tendrás valor como artista”
La última fase del proceso del protagonista ofrece “un romanticismo que si se contempla como un tren que no puede parar, como una línea recta, te llevará a sitios donde prefieres no estar, y, a la vez, esta explosión es lo que le da sentido a todo y, a lo mejor, después puedes pensar que no lo vas a volver a hacer, pero tu alma ya ha pasado por ahí“. Aquí entra esa cita tan demoledora de Panero que aparece en la novela: El fascismo me interesa como intensidad de conciencia, una frase “que leí cuando tenía catorce años en un Ajoblanco…”, rememora Calvo. Por eso, la última parte del libro está repleta de momentos así de intensos, para hacerte preguntarte: “¿Hasta dónde puedes llegar? ¿Será bueno o mala para ti? ¿hay que vivir la experiencia o no?”.
Pol, el protagonista, no se queda en El Otro Lado. En Silencio de John Cage, el compositor cuenta que un maestro zen que invitó a su universidad le contó qué pasaba después de la iluminación, y es simplemente nada. Nada de nada. “No creo que sea necesario leer las historias como prescripciones, el final de Pol no es exactamente nada. Yo cuento una historia que sucede, y me interesa precisamente la historia en sí. Es cierto también que si dijera que cuento una historia y no quiero dar ninguna lección, mentiría como un bellaco. Y en Piel de plata cuento que se puede salir de la realidad. Claro, puedes acabar estrellado en una carretera, pero se puede salir de la realidad”
La adolescencia es una fase de consumo rebelde o maníaco de ciertas formas de arte, literatura y música, que unido a esta figura que lo tutela todo, Bronwyn, hace que se condense todo este proceso de iniciación”
No conviene decir demasiadas cosas del final para no darle pistas al lector que todavía no ha leído el libro, si bien “el epílogo es melancólico, el narrador cuenta con veinte años una historia que le pasó con catorce y ya existe una distancia, en la que acepta la rendición: Todo lo que me pase desde aquel episodio con Bronwyn será infinitamente peor y menos interesante“. Da un elemento “oscuro” a toda la obra y “rompe la conciencia optimista de que todo es posible”. Sin embargo no se trata de una novela pesimista, probablemente todos tengamos una Bronwyn.
Ahora es inevitable cuestionar si esta es una novela fantástica o realista y Javier Calvo parece celebrar la pregunta: “Me sucede no soy buen escritor fantástico, así que escribo novelas realistas en las que siempre hay sueños, fantasmas o visiones que señalan esta influencia”. Está a gusto hablando de sus dioses literarios, pero no pierde el hilo de Piel de plata y regresa a Moorcock: “Es un autor que nunca se puso ningún límite. Hizo realismo, experimentalismo, novelas tipo Ulises, ciencia ficción… Por eso me parece una cuestión de sentido común leerle”. En todo caso, “me considero, y no sé si existe esa categoría, soy un escritor realista que lee fantasía. Y al que se le ve el plumero”.
ARTE, VIDA Y MAGIA: LOS LÍMITES
Al final de la novela posiblemente sea cuando más se le ve el plumero a Javier Calvo, cuando en Barcelona aparecen portales interdimensionales y los personajes parecen convertirse en correas de transmisión entre realidades. Las enseñanzas que Pol aprende pueden ser aptas para el crecimiento personal, pero sin duda también para el Arte: “Si haces una novela en la que dices que puedes conseguir la trascendencia por medio del Arte, se trata de un texto que debería incluir una teoría del Arte porque es obvio que muchas manifestaciones artísticas no te llevan a la trascendencia, están contaminadas por lo comercial o son banales como lo puedan ser las imitaciones de La catedral del mar, o son simplemente vehículos para satisfacer el ego del autor“.
En Piel de plata hay “cierta voluntad de transmitir la idea de que por medio de las influencias artísticas que recibe Pol se pueden alcanzar cosas y que todo arte relevante debe ir en contra de su tiempo y cuestionar sus valores o ideologías”. A riesgo de “sonar horriblemente altisonante o pretencioso”, declara Calvo: “Más allá de ser buen escritor o expresar correctamente las ideas, si estás de acuerdo con los valores tu época y con lo que la gente cree de forma mayoritaria, nunca tendrás valor como artista”.
Me gustan los personajes limítrofes. Me gusta eso más que escribir sobre gente normal. Prefiero los personajes que están entre lo aceptable e inaceptable y el mejor ejemplo es el cantante de Death in June”
Esta línea de pensamiento y de conjunción entre Arte y vida nos lleva a un libro que Calvo tradujo hace pocos años, Ángeles fósiles, de Alan Moore, un texto en el que el autor defendía la fusión entre Arte y magia; y, posteriormente, desmenuzó esta fusión entre ambos mundos en El Estado Mental. “Lo fascinante de Ángeles fósiles, lo que hace que su editor Servando Rocha sea Servando Rocha, es que se trata de un ensayo completamente insignificante fuera de España que aquí se ha hecho importante en ciertos sectores de la vida cultural, de cuya teoría del Arte como magia habla mucha gente”. Si lo que define a la magia es la capacidad de transformar el Arte,” lo consigue, y sería normal que Ángeles fósiles ocupara una posición central en la obra de Moore, aunque es también es normal cuestionar una declaración tan absoluta como que sólo el arte puede ser magia, en la medida en que olvidamos otros vehículos mágicos para alterar la realidad como podría ser la religión o la magia ceremonial y otras tradiciones, un tema que merecería mucho más tiempo para extenderse”.
En todo caso en Piel de plata simplemente demuestro que se puede hacer un libro sobre tres autores que te obsesionan y que, para mi sorpresa, una editorial te lo puede permitir.
LO