Con ocasión de la inclusión en nuestro cinefórum universitario de la versión cinematográfica realizada en 1934 de El conde de Montecristo, dirigida por Rowland V. Lee, con guión del gran Philip Dunne, con un estupendo Robert Donat en el papel de Edmundo Dantés, han salido a la luz muchos recuerdos de lo que este personaje ha supuesto para muchas generaciones de lectores.
Joaquín Mª Aguirre. Imagen portada: del cartel de la película Balzac y la joven costurera china.
La primera idea que nos viene a la cabeza es que el sistema de consumo cultural está rompiendo el puente intergeneracional. Es cierto que mucha gente, especialmente la gente joven se encogerá de hombros ante esta perspectiva, pues vivimos en tiempos que barren el pasado con demasiada frecuencia y esmero. Pero la idea de pasado es consustancial a la de cultura compartida, legado, etc. De otra forma se produce un presentismo que implica que desaparece gran parte de la obra que se produce, destinada a los cubos de reciclado y, si hay suerte, resurgir en algún momento de la Historia para asombro de los que lo desconocen todo. Para algunos, el pasado se ha convertido en una chistera de mago.
Como todo se conecta, la petición de que viéramos alguna versión de El conde de Montecristo, llegó de mi despierta doctoranda Luo Shan que, tras ver la película Balzac y la joven costurera china (2002) en nuestra convocatoria semanal anterior, la propuso para la siguiente sesión. De entre todas las obras que le leían a la costurera, a ella le había llamado la atención esta, ni Balzac ni Flaubert, pero sí Dumas.
Recomiendo que vean esta película, adaptada y dirigida por el propio autor de la novela, Dai Sijie, pues es una lúcida reflexión sobre cómo la lectura transforma el mundo y las mentes de los lectores y del enorme riesgo de la manipulación. No por casualidad, el mito de Pigmalión y Galatea está en el fondo de la historia de la pequeña costurera, modelada a base de libros por su manipulador joven enamorado.
Una cosa nos llevó a otra. Finalmente acabamos en el castillo de If, con el traicionado Dantés compartiendo soledades, hambre y humedad con el abate Faria, personaje insólito y que nos trae ahora al centro de este texto que usted lee. ¡Qué viajes ofrecen la Literatura y el cine! ¡De las montañas de Sichuan en el centro de China al marsellés castillo de If!
En los intercambios de confidencias entre Dantés y Faria durante su encierro, encontramos este pasaje notable por lo que nos revela del modelo que el abate representa:
—Cuando venga usted a mi calabozo —le dijo—, le enseñaré una obra entera, resultado de los pensamientos, investigaciones y reflexiones de toda mi vida, que medité a la sombra del Coliseo de Roma, al pie de la columna de San Marcos en Venecia y a orillas del Arno en Florencia, y que nunca se me ocurrió pensar que un día mis carceleros me dejarían componer en paz entre las cuatro paredes del castillo de If. Es un Tratado sobre la posibilidad de una monarquía para toda Italia. Hará un buen volumen en cuarto.
—¿Y lo ha escrito usted?
—En dos camisas. He inventado una preparación que deja la tela blanca tan lisa y uniforme como el pergamino.
—¿Es usted químico entonces?
—Algo. Conocí a Lavoisier y tengo amistad con Cabanis.
(Trad. de Pollux Hernúñez & José María Holguera para Anaya)
En estas primeras líneas, Farias se nos muestra como un hombre “práctico”. Domina las ciencias y sus aplicaciones. Es capaz de fabricar todos los utensilios de la escritura (de eso se nos ha informado anteriormente) y, gracias a su dominio de los procesos de fabricación, ha convertido dos camisas en base para la escritura. Lo ha hecho, además, para sacar a la luz un tratado político sobre el futuro de Italia.
Dumas nos muestra que Faria es un hombre especial. Es industrioso, hábil con las manos, ingenioso, pero también alguien capaz de pergeñar un tratado político para problemas reales de la vida política, como eran los problemas de la unificación de Italia, que solo se arreglarán (no mucho) unos cuantos años más tarde. Pero a Dumas le gusta este personaje ilustrado que es capaz de todo, que sigue luchando para salir de su prisión tras años de encierro.
El diálogo que sigue entre ambos nos muestra otra faceta interesante del abate:
—Pero para una obra semejante, le habrá hecho falta hacer investigaciones históricas. ¿Tenía usted libros?
—En Roma tenía unos cinco mil volúmenes en mi biblioteca. A fuerza de leerlos y releerlos descubrí que con ciento cincuenta obras bien escogidas se tiene, si no el resumen completo de los conocimientos humanos, al menos todo lo que es útil saber al hombre. Dediqué tres años de mi vida a leer y releer esos ciento cincuenta volúmenes, de manera que me los sabía casi de memoria cuando fui detenido. En mi celda, con un ligero esfuerzo de memoria, los he recordado perfectamente. Por eso podría citarle a Tucídides, Jenofonte, Plutarco, Tito Livio, Tácito, Strada, Jomandès, Dante, Montaigne, Shakespeare, Spinoza, Maquiavelo y Bossuet. Sólo le digo los más importantes.
—¿Pero sabe usted varios idiomas?
—Hablo cinco lenguas vivas: alemán, francés, italiano, inglés y español, y con ayuda del griego antiguo entiendo el griego moderno, sólo que lo hablo mal, pero lo estoy estudiando.
—¿Lo está estudiando? —preguntó Dantès.
—Sí, me he hecho un vocabulario con las palabras que sé, las he ordenado, combinado, vuelto y revuelto, de manera que puedan bastarme para expresar una idea. Conozco unas mil palabras, que es todo lo que como máximo necesito, aunque hay cien mil, según creo, en los diccionarios. No seré elocuente, claro, pero puedo hacerme entender de maravilla y eso me basta.
Cada vez más maravillado, empezaba Edmond a hallar casi sobrenaturales las facultades de aquel hombre extraño. Grandes lecturas, muy selectas según el perfil de la época, aquello que más le podía enseñar sobre la vida y sobre sí mismo, de Tucídides y Jenofonte a Montaigne y Shakespeare, pasando por Maquiavelo y Bossuet. Es un cóctel muy equilibrado que revela una forma de ver la cultura como valores claros.
Leyendo y releyendo el diálogo, me doy cuenta que el abate Faria estaba bastante organizado y sabía lo que se hacía. En el fondo, lo que nos propone es un plan integral para convertirse en un hombre culto y práctico y no en un pedante. No necesita ser un erudito, sino alguien que use la cultura para lo que debe servir, para pensar y para mantener una visión más o menos lúcida de la vida.
LIBRES Y PRÁCTICOS
Siendo Dumas un novelista, parecería obligado el valor de la novela que, en cambio, el “plan Faria” es bastante congruente con el momento y el valor que se le daba a la educación real. Nos sobran un montón de cosas que no son realmente necesarias y, sin embargo, se ha perdido lo esencial. Para el abate, la cultura apuntaba hacia el pasado, la ciencia hacia el futuro. Ambas convergen en el presente, cuyo resultado es ese tratado político sobre la unificación de Italia.
Hoy probablemente quitaríamos a algunos autores de esa lista, pero entonces no seríamos el abate Faria y estaríamos en otros tiempos. Faria es el hombre de las mil palabras y de la claridad expositiva. Con mil palabras sobra, según parece, para hacerse entender con claridad y expresarse con precisión. No sé si se necesitan unas decenas más o le sobran algunas. Como hombre resolutivo, aprovecha al máximo lo que tiene y evalúa con precisión lo que necesita.
Es posible que conforme avanzamos en la vida vayamos cumpliendo “el plan Faria”, reduciendo las cosas y las palabras a lo indispensable. Quizá la vida sea un inteligente desprenderse después de un compulsivo acaparamiento. ¡Cuántas cosas hacemos de las que no sabemos poco tiempo después porqué las hicimos! Y, por el contrario, ¡cuánto nos lamentamos de lo que dejamos de hacer y que con el tiempo echamos en falta! Pero quizá sea esto la vida humana, la continua insatisfacción y un despropósito que se nos hace fatalmente consciente.
Por eso, no deja de ser una ironía que el abate Faria haya hecho todo lo que ha hecho por estar encerrado en aquellas lóbregas mazmorras del castillo de If donde un día apareció un confuso e irritado marinero llamado Edmundo Dantés que acabaría siendo rico con el tesoro que Farias no pudo gastar y que, convertido en conde de Montecristo, empleó en su monumental venganza.
Puede que a algunos les parezca mucha formación para tan poco resultado, pero el abate, pese a estar encarcelado, era un espíritu libre. Libre, práctico y sistemático. Sin embargo, nos queda por resolver la paradoja de la propia novela que refleja el plan del encarcelado. ¿Son inútiles? La novela está ganando estatus, ya que público empieza a tener, como muestra el éxito del propio Dumas, una máquina productiva, una industria en sí mismo.
No son muchas las referencias a ellas en la propia novela. Cuando se habla de los “venenos”, por ejemplo, se señala “de los que tanto han abusado el drama moderno y la novela“. Si se habla de “piratas” se señala que se creía que “ya sólo existían en las novelas de Cooper y del capitán Marryat“. En una conversación en la que un personaje detalla su enrevesada vida, Montecristo apunta “(…) su historia es una novela, y la sociedad elegante, que adora las novelas aprisionadas entre dos pastas de papel amarillo, recela curiosamente de las encuadernadas en piel humana, aunque sean doradas como pueda serlo usted.” Esta última apreciación de Dantés es interesante por lo que muestra también de análisis del gusto de la propia época y del sentido de la novela.
La evolución de la novela, su ampliación más allá de los modelos existentes en el momento, está a punto de producirse. Flaubert publicará Madame Bovary en 1857 y se organizará un gran escándalo que le llevará ante los tribunales. La sociedad no está preparada para que se reduzca la distancia entre la vida y la escritura. Lo novelesco debe ser novelesco; la vida ofende, molesta.
El conde de Montecristo es un clásico de aventuras. Los ideales de Faria son los de un ilustrado pragmático con poco espacio para el disfrute en su programa. Su placer viene de otras fuentes, sobre todo intelectuales, por decirlo así. La novela es algo secundario, una forma de seducción imaginativa, una forma de rellenar el ocio.
LIBRES Y SOÑADORES
La novela que habla de lo que no existe tiene éxito popular; la que describe el mundo en su realidad es vista como una amenaza. La historia nos mostrará que la novela contiene su propia verdad más allá de las historias, que es una educación estructurada de la mirada, que contiene ideas en acción. Por supuesto que hay muchísimas novelas que se nos caen de las manos, pero las que logran atraparnos nos cambian, como lo hicieron los libros de Balzac, Flaubert o Dumas a la pequeña costurera que vivía aislada en lo alto de la Montaña del Fénix en China, tal como nos cuenta la novela de Sijie Die con la que empezó todo esto. Hay muchas obras perdidas, obras que esperan el encuentro con los lectores adecuados. Quizá haya una novela posible para cada momento posible, una respuesta ya escrita a lo que necesitamos. La costurera la encontró en el momento adecuado.
Al abate le servía el tesoro acumulado en el tiempo y los conocimientos le permitían vivir entre muros para escribir su Tratado. La costurera, en cambio, pudo salir de los muros del aislamiento en la montaña, del aislamiento de una visión reducida del mundo. La salida final es que las novelas le han abierto otros mundos y la han animado a salir. Cortará su pelo y bajará de la montaña para comprobar si lo que ha leído existe. De no ser así, siempre le quedará el sueño de cambiar el mundo.
LO