¡Zambombas y panderetas! Al grito de guerra de sus batautos, recordamos, en el natalicio, a la escritora madrileña Consuelo Armijo (1940-2011). Para siempre, una de las grandes autoras de nuestra LIJ.
Por Maica Rivera
14 diciembre, 2023
Eran las historias de batautos una literatura infantil que forjaba carácter. Traviesa, disparatada y dulce, en la corriente del sinsentido. Hoy queremos celebrar a la madre de tan divertidos cuentos y extraordinarias criaturas literarias como la gran autora que ha acompañado a varias generaciones de niños desde los años 70 (así lo refiere muy bien la web de la editorial SM).
Los batautos le valieron a Consuelo Armijo, en un primer libro, el Premio Lazarillo, en 1974. Esta misma obra sería también la ganadora del Premio CCEI (Comisión Católica Española de la Infancia), en 1976. Vendrían después, Más batautos, en 1978; Los batautos hacen batautadas, en 1981; y ¡Hasta siempre, batatutos!, en 2004.
Baste rememorar que los protagonistas de esta serie de cuatro títulos, todo un clásico de la literatura española del siglo XX, son unos “seres verdes con orejas al principio de la cabeza y pies al final del cuerpo”. Son inquietos, juguetones, curiosos, soñadores, metiches y algo transgresores, creativos y creadores, a veces un poquito desesperantes, pero también generosos y leales hasta olvidarse de sí mismos. Y el primer recuerdo que conservamos de ellos, al menos un par de generaciones lectoras educadas en la E.G.B., se corresponde con la imagen de una portada en la que vemos a los dos batautos favoritos bailando por el bosque: Peluso, el listillo; y Buu, el bobalicón. Se trata de la inolvidable cubierta original de principios de los años 80, publicada por Espasa-Calpe, cuyas ilustraciones llevan la firma del madrileño Alberto Urdiales.
¡Porrom, porrom!
Confesamos que también a muchos nos enamoraría, algunos años después (era otra década, prácticamente territorio literario ya de millennials), la edición posterior de SM de Los batautos hacen batautadas con ilustraciones de Margarita Méndez. De ahí nos quedaría en la memoria un batauto saltarín, por el camino de los pinos, con traje de rayas -adivinamos que Peluso- al ritmo de “porrom, porrom, porrom, cuando echaba el pie derecho; parram, parram, parram, cuando echaba el izquierdo”. Éste, en cualquier caso, es ése el cuento paradigmático sobre esas batautadas que hacen los batautos todo el rato, que narran, por ejemplo, cómo se despiertan alegres con ganas de correr y brincar, hacen desfiles otoñales, juegan al corro de la patata para celebrar la primavera y tienen constantemente ocurrencias que acaban en desastre mientras que otras veces, ¡rempámpanos!, lidian son sucesos inesperados e insondables como que la confitura de naranja tenga sabor a peras. Jamás olvidaremos que a los batautos, que son como niños, les pirran los caramelos, los bombones y las flores de todos los colores. Y les encanta merendar tortas, pasteles, tartas de frambuesa y beber chocolate. Pero sobre todo, las aventuras y desventuras de los batautos, rebosantes de humor e inocencia a raudales, quedarán para siempre en nuestro corazón como un canto, el primero y más puro, a los amigos y la amistad.
Y nos sigue hipnotizando, tal vez ahora más que nunca, la biografía que de la autora recoge la edición original ochentera de Los batautos hacen batautadas: “Consuelo Armijo escribe cuentos, poesía, teatro y cuando viaje también tarjetas postales aunque esto último lo encuentra mucho más aburrido. Le gustan los grandes espacios abiertos, pasear por los parques y bucear en el mar”.