POR MANUEL GIL.
Predecir el futuro suele ser un mal negocio. Pero no nos equivocaríamos al decir que la IA va a ser determinante en numerosas actividades humanas e impactará sobre todas las industrias, incluida la del libro. La IA estará en todas partes, será como la gravedad. Soy de la opinión de que la IA está hoy en los albores de lo que será en el futuro, creo que todavía no hemos visto nada de lo que puede venir.
Durante los últimos años, el crecimiento en inversiones dedicadas a la IA ha crecido entre el 20% y el 30% anual (incluso en plena pandemia), y crecerá hasta un 120% en 2024, según los datos de BuyShares.co.nz, se espera que el gasto global en IA crezca un 120% hasta alcanzar los 110.000 millones de dólares en 2024. Sin duda, un incremento muy elevado que viene a mostrar el interés del capital y de las empresas tecnológicas en su desarrollo.
“Según una encuesta reciente de Deloitte, el 42% de los directivos actuales creen que la AI tendrá una importancia crítica para sus compañías en los próximos dos años. Lo primero que sientes al ver una cifra así es conmiseración por el 58% por ciento de directivos restante que no lo cree porque muy posiblemente perderán su empleo o sufrirán la tragedia de la desactualización, como todo aquel que ignora a su propio riesgo una revolución” .
Explosión cámbrica
Muchos de nosotros hemos quedado impresionados con ChatGPT, pero el número de herramientas en esta línea es enorme, un auténtico tsunami: Bard, Lamda, Dall-E, Cup-Cut, Stable Diffusion, Midjourney… Para Bill Gates, el tema es tan disruptivo como lo fue la llegada del PC o Internet. Alexander Wang, uno de los grandes gurús de Silicon Valley, y creador de Scale AI, una start-up para desarrollos de IA, habla de explosión cámbrica, el período de la Prehistoria en el que surgieron los grupos de animales que hoy conocemos.
Hablamos de herramientas como ChatGPT, que es un modelo de lenguaje artificial desarrollado por OpenAI que ha ganado popularidad por su capacidad para responder preguntas y proporcionar información sobre una amplia variedad de temas. Sin embargo, uno de los principales desafíos que enfrenta este modelo es la falta de transparencia en la fuente y la veracidad de la información proporcionada, y este es un reto que deben asumir estas tecnológicas.
Estas herramientas, que están aquí para quedarse, muestran un fuerte relato: ubicuidad, transversalidad, ocupan el debate público y sirven para entender el mundo y transformarlo. Sitúan ante un reto a ciudadanos y editores.
Como tecnología, surgen numerosas dudas, desde la posibilidad de que genere una brecha en editores pymes (por el aprovechamiento de la tecnología por los grandes grupos) o un descenso del trabajo humano en numerosas áreas profesionales hasta el surgimiento de nuevas necesidades en temas de propiedad intelectual y privacidad, y la misma necesidad de una regulación .
Bien es cierto, y cito aquí la famosa “Ley de Amara”, que sostiene que los seres humanos tendemos a sobrestimar los efectos de una nueva tecnología a corto plazo mientras que subestimamos su efecto a largo plazo. ¿Acaso se están demonizando demasiado pronto estas herramientas?
He realizado diferentes pruebas con ChatGPT. Soy una más de las 100 millones de personas que han experimentado con esta herramienta en estos meses. Estoy escribiendo un informe, le he realizado varias preguntas y los textos que me devuelve son bastante atinados hasta el punto de que podría haberlos escrito yo porque las respuestas son casi impecables.
Leí una entrevista con el profesor Enrique Dans, publicada en el número de abril de Publishers Weekly en Español, a propósito de su nuevo libro, Todo vuelve a cambiar donde señala varios párrafos escritos por ChatGPT para advertir al lector de lo que la herramienta puede hacer y el resultado es igualmente impresionante. Esto me lleva a pensar que vamos a empezar a ver un tipo de textos escritos ya con estos asistentes o similares, y, de hecho, hay ya más de 200 libros escritos con esta herramienta a la venta en Amazon.
¿Quiénes son hoy los apocalípticos y los integrados en nuestra sociedad? Dans responde a su editor, Roger Domingo: “Tenemos que tener en cuenta que el proceso de difusión de una innovación, cuando esta tiene una propuesta de valor interesante, es imparable. Por tanto, los apocalípticos son los que pretenden detener ese proceso de difusión -mediante leyes, restricciones, murallas, etc.- y los integrados son los que lo consideran imparable y juegan a intentar aprovecharse de las dinámicas que genera ese proceso“. Sigue la entrevista con una cita a Ray Kurzweil, director de Ingeniería de Google, en alusión a que el siglo XXI será, a la velocidad del progreso actual y debido al enorme poder del crecimiento exponencial, el equivalente a 20.000 años de progreso. “La velocidad del progreso se ha incrementado por un factor elevadísimo, lo que falla es que la asimilación y la socialización de esa tecnología en forma de procesos de adopción choca con la limitación del escaso ancho de banda del cerebro humano. Si conseguimos mejorar los procesos educativos para mejorar esos procesos de asimilación y adopción, lo tendremos mucho más fácil como sociedad. Pero eso implica cambios muy importantes que no pueden ser gestionados de forma cortoplacista ni frívola, y por el momento, pocos países han conseguido llevarlos a cabo con solvencia“, concluye Dans, que, además, apuesta por el machine learning como herramienta de futuro: “Disponer de herramientas que podamos entrenar con nuestros propios datos, en función de nuestros intereses personales. Da igual a qué te dediques, la clave de tu futuro está en la capacidad que tú o tu compañía tengáis de convertiros en generadores constantes de datos sobre toda su actividad, datos que sirvan para alimentar el aprendizaje de tus algoritmos”.
¿Una amenaza o una oportunidad?
El tema no es lo que ahora mismo hace GPT o cualquier otra herramienta similar, sino lo que podrá hacer en un corto espacio de tiempo. Estamos, como industria del libro, ¿ante una amenaza o una oportunidad? Desde mi punto de vista, será una oportunidad fantástica que requiere una regulación, esto último no admite duda, pero hay que regular sin detener su desarrollo.
La International Publishers Association (IPA), la Association of American Publishers (AAP), algunas ferias internacionales, y las principales revistas del sector, como Publishing Perspectives o Publishers Weekly están prestando mucha atención al fenómeno (es el núcleo de los que aparecen como integrados, citando el concepto de Umberto Eco, los abiertos a explorar el tema). En el plazo de pocos años, consultar este tipo de herramientas como apoyo a la creación será tan natural como hoy lo es usar WhatsApp.
Es importante acercarse a dos publicaciones magníficas del Cerlalc sobre este tema. De la primera, Inteligencia Artificial: transformaciones y retos en el sector editorial, resulta de obligada lectura el texto de Michael Bhaskar. Y del segundo informe, Tecnologías emergentes, es imprescindible leer los textos de Michelle Azuaje-Pirela y Sebastián Sánchez Polanco.
De aquí se pueden deducir varias cuestiones. Si la IA parte de un corpus de datos de referencia y posteriormente se genera un nuevo patrón, ¿la IA no crea? Lo cierto es que las personas crean y se inspiran en algo leído, oído o visto, igual que la IA. Por otro lado, la IA son procesos estadísticos y matemáticos. Las tecnología debe pasar una ITV o ensayos clínicos previos. Se lanzan cosas que desaparecen en breve, esto es frecuente en el sector editorial. Recordemos los premios otorgados en el Congreso del Libro Electrónico de Barbastro, por ejemplo: ¿Dónde están esas herramientas y aplicaciones? El propio sector no les prestó atención. Y había aplicaciones sumamente sugerentes. Pero en este caso no será así, el sector deberá seguir el tema pues las compañías que hay detrás no son micropymes.
Lo inevitable
María A. Pallante, presidenta y directora ejecutiva de la Asociación de Editores Estadounidenses, analizando temas relacionados con la IA y la publicación de libros, afirma que “los desarrollos de la IA han sido asombrosos este año. La tecnología no es nada nuevo para la sociedad pero la IA está en una categoría por sí misma. No se trata de un cambio en los modelos de entrega. Es un cambio de paradigma. Lo que significa que no podemos volver al mundo anterior a la IA, como tampoco podemos volver al mundo anterior a Internet“.
¿Queremos como sociedad que las obras generadas por IA inunden Internet y depriman potencialmente el valor de la autoría humana? Si no podemos contener trabajos generados por IA, ¿cuál debería ser la ética sobre revelar su procedencia? En esta línea, un tuit de Javier Celaya a propósito de un artículo publicado en el diario El País (24 de mayo, firmado por Javier Rodríguez Marcos). Ambos temen que comiencen las prohibiciones en algún elemento del sector. La reflexión es similar.
Por parte de los editores españoles, leo con satisfacción una excelente entrevista a Daniel Fernández, presidente de la FGEE y de CEDRO, en la que afirma: “Del monstruo de la IA Impresiona su brutal velocidad de aprendizaje. Los inventores del ChatGPT dicen que da miedo y hay que regularlo. De momento, es una acumulación de una base de datos y no tiene sentido moral. Nadie le está diciendo que esa imagen, ese texto, esa foto tienen un autor y no lo puede manipular ni modificar. Porque va contra la legislación, sobre todo en el modelo europeo, basado en el derecho moral del creador sobre su obra. Pero no hay que temer a la tecnología. Siempre hemos logrado dominarla y domesticarla. Es complicado no ver la IA como una amenaza pero también podemos verla como una oportunidad. Veremos qué pasa”.
Cuando apareció Wikipedia, pronto se vio la necesidad de expertos que validasen los contenidos: se descubrió la figura del editor. Es decir, ante este alud de información y desinformación mezclada, los editores serán más necesarios que nunca. También los traductores seguirán siendo necesarios.
Todo vuelve a cambiar. Enrique Dans. 192 p. Deusto