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DE RETIRO ESTIVAL CON YEATS

El castillo Thoor Ballylee del condado de Galway fue la casa de verano de W. B. Yeats durante doce años, un retiro junto al río donde escribió La Torre en aquellos otros años veinte del siglo pasado. Maduró esa inspiración en La escalera de caracol y otros poemas (1933; seminalmente, 1929) con un despliegue de su simbología (la torre, los cisnes, el amor, la belleza, el tiempo, la memoria e Irlanda) contextualizado en la magnífica edición de Linteo publicada en 2009, con todos los méritos en la traducción, introducción y notas de Antonio Linares. Hoy la aportación del profesor madrileño sigue siendo el mejor espaldarazo conocido para orientar y estimular una mejor comprensión de Yeats en nuestra lengua.

Maica Rivera. Imagen de portada: de Antología bilingüe.


 

Fue el verano de 1865 cuando vino al mundo William Butler Yeats, el gran estandarte del renacimiento literario irlandés que se repartió los reconocimientos poéticos de la segunda mitad del siglo XX junto al norteamericano T.S. Eliot, quien, a su vez, le ensalzó como escritor “cuya historia es la Historia de su propio tiempo, parte de la conciencia de una época que no puede entenderse sin él”. Yeats se convertiría, en estos términos, en el más prestigioso poeta en lengua inglesa del momento, un autor fundamental para comprender la evolución de la poesía contemporánea que ganaría el Premio Nobel de Literatura en 1923. Esa etapa se correspondió con su establecimiento como senador en el primer parlamento irlandés, es decir, con el cénit de su carrera profesional. Lo apunta Antonio Linares en los prolegómenos de contextualización de La escalera de caracol y otros poemas, un texto donde, seis años antes de su muerte, ya nos “encontramos un autor con serios problemas de salud, que busca en su interior y se encuentra a sí mismo“.

Es la de Linares, dentro de una colección dirigida por Antonio Colinas, una necesaria edición bilingüe  que incluye, además,  Tal Vez Palabras Para Música (1932), con poemas que “tienen estructura de canción (versos cortos, refranes, un vocabulario sencillo)”, cuyo carácter musical, no obstante, “se basa en su impersonalidad y capacidad de emocionar“, concebidos estando el escritor convaleciente, “como parte de una celebración de recuperación de su propia energía vital”.

También este volumen incorpora, como cierre, Una Mujer Joven y Anciana (1929), “una pequeña pieza de teatro experimental donde la serie con voz masculina sería un drama minimalista improvisado sobre un escenario vacío, y la serie en la que habla la mujer parece el resultado de un encuentro de diferentes géneros, del coqueteo emocional al diálologo amoroso de origen shakespeareano, del teatro mitológico modernista a la ceremonia de la Edad Antigua, pasando por la tragedia de Sófocles“. Yeats podría sugerir, con todo esto, “que la vida de una mujer, a diferencia de la del hombre, es un drama de estilos demasiado diversos como para ser reunidos en un único teatro”.

Es así como Linares nos va introduciendo en los arcanos del irlandés, que nos fascinan pero, a veces, también nos paralizan en el mismo grado si no tenemos cerca unos buenos anclajes como los que este libro nos brinda. Pocos escritores como Yeats plantean retos de tan colosal envergadura, algo que, unido a su potencial sinestésico, hace que podamos recomendar esta relectura como un lujo veraniego sin paragón para nuestros sentidos: qué delicia y qué estimulante el abrirse paso en el hermetismo yeatsiano a la sutil luz de esta vela de Linteo. En coherencia y remate de todas estas observaciones, -y sirva por toda promesa de placeres lectores, sobrenaturales y esplendorosos- la apertura del libro con La escalera de caracol y otros poemas ofrece “la medianoche como momento central del día oscuro con leves destellos que sólo sirven para hacer más intensa aquella oscuridad”, de manera que todo ornamento, apostilla Linares, “se transforma en un fondo negro sobre el que pocos objetos (torres, espada, llama o pájaro de metal) brillan con una claridad que trasciende lo natural”.

MEDITACIONES NOCTURNAS

Por todo esto, Yeats hiere y cura a partes iguales, cantándonos proféticamente al oído sobre los grandes universales, el tiempo, la belleza, la memoria y el amor, y sobre sus límites físicos y diversos estadios de complejidad, desde la hipersensibilidad de signo femenino al frenesí erótico hasta el querer imposible o perdido, el sentimiento nostálgico y la pasión simplificada sobre mitologías esenciales.

Solo otro poeta como es, además, Antonio Linares, podía trasladar la vigorosa musicalidad del verso yeatsiano a nuestra lengua con inmaculado respeto a su aura mística genuina. Fluimos de principio a fin, en castellano, por la elegía teñida de melancolía hasta la meditación sobre la muerte, pasando por dialécticas carnales y metafísicas plásticas, violentas, sin perder pie. 

Cuando nos sintamos atraídos, pero, también, abrumados, superados y desbordados por la grandiosa simbología de Yeatsdeslumbramiento artístico solo comparable al que sentimos ante otro William, Blake-, acudamos al profesor Linares. Hágamoslo estas vacaciones, en nuestro retiro particular de torre y libro, al más puro estilo del poeta. Y, como recomendación añadida para la ocasión, por su formato ligero, dejamos asimismo sobre la mesa la Antología bilingüe en una colección, El libro de bolsillo de Alianza editorial, que tampoco puede faltarnos este verano.


LO

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