El 4 de diciembre de 1975 fallecía una de las filósofas más relevantes del siglo XX: Hannah Arendt. Fue una mujer que, a través de sus innumerables escritos, legó a la humanidad reflexiones ricas y sugerentes sobre la condición humana, con la virtud de que no escribía encerrada en su inteligencia, sino desde la apertura que le aportó su experiencia vital.
Juan Bagur Taltavull. Foto: Barbara Niggl Radloff, Wikimedia Commons
Por ser judía sufrió la persecución del nazismo y estuvo en el campo de concentración de Gurs, y tuvo que exiliarse después a Estados Unidos. Además, afrontó una dolorosa decepción al descubrir la cercanía de su maestro Heidegger con el nazismo, y, más tarde, perdió a importantes amigos cuando su valentía la llevó a denunciar actitudes poco coherentes de algunos judíos que no todos querían reconocer. Es debido a éstas y otras situaciones por lo que los escritos de Hannah Arendt están impregnados, aparte de una incitante profundidad intelectual, de una sensibilidad humana extraordinaria, que refleja en cada frase su interés por desentrañar el misterio de la existencia.
Por ello, desde hace algunos años, sus textos se están volviendo a poner de moda, y es usual escuchar su nombre cuando uno pasea por las facultades de Filosofía o de Ciencias Políticas. Incluso es la protagonista de una magnífica película de 2012, que la ha convertido en estrella invitada de numerosos cinefórums de universidades, colegios y asociaciones de todo tipo.
Sin embargo, muchos se sienten desorientados cuando, despertado su interés por Hannah Arendt, no saben por dónde empezar, o se ven abrumados al encontrarse ante los cientos de páginas de libros como Los orígenes del totalitarismo (1951).
Casi siempre se opta por uno de sus textos clásicos, Eichmann en Jerusalén (1963), una elección sin duda acertada, pero que suele dejar con ganas de más. Por ello, ha acertado Paidós al publicar hace justo un año una antología con los principales textos de la filósofa: El valor de pensar.
La selección ha corrido a cargo de Adolfo García Ortega, escritor y articulista que demuestra un gran conocimiento de la autora, pues ha sido capaz de construir un libro que recoge el núcleo de su pensamiento vinculándolo con el presente. Tal y como dice en la introducción, su elaboración ha sido “guiada por un criterio de actualidad, con carga política para tiempos en los que el acontecer de lo público vuelve a estar saturado de contaminación ideológica nacionalpopulista”.
Es la razón por la que se tratan cuestiones como la xenofobia, el judaísmo, el nacionalismo, los refugiados o el totalitarismo. Una gran cantidad de temas que ocupan tanto los titulares de los periódicos como las conversaciones de los bares, y que podremos comprender mejor con la “fecundidad feliz”, en palabras de García Ortega, que nos aporta Hannah Arendt.
DIÁLOGO INTERIOR VS TOTALITARISMO
A través de El valor de pensar, García Ortega nos conduce hasta la escritora que en 1943 se preguntaba en Nosotros, los refugiados por qué estaba asistiendo al nacimiento de una nueva clase de tipos humanos, “la clase de los que son confinados en campos de concentración por sus enemigos y en campos de internamiento por sus amigos”; y, desde ahí, nos lleva hasta sus reflexiones sobre la condición judía y el análisis del sionismo, o la creación del Estado de Israel y los conflictos que le sucedieron. En todo momento, vemos cómo Hannah Arendt se esfuerza por comprender las raíces históricas de los problemas, desarrollando, al mismo tiempo, análisis sólidamente fundamentados en la filosofía. No en vano, la antología se subtitula “el valor de pensar”, pues esta actitud está muy presente a lo largo de todos los capítulos por las que nos guía el encargado de la selección.
Entre ellos, hay uno particularmente sugerente: “Sócrates”, un texto de 1950 donde Arendt puso en valor al fundador de la filosofía resaltando el acierto que tuvo al establecer el “dialogo del yo consigo mismo como condición primaria del pensamiento”. Una aseveración de actualidad pasmosa, pues la autora se dio cuenta de que el totalitarismo siempre se ha encargado de “eliminar toda la posibilidad de soledad” porque sabe que solamente ahí, delante de sí mismo, puede la persona entablar ese diálogo con la sinceridad de su conciencia. Arendt no conoció todos los estímulos a los que estamos sometidos hoy en día a través de los artefactos tecnológicos que nos deshumanizan, pero, de haberlo hecho, se habría dado cuenta de que parecen pensados por los poderosos para lograr por medios pacíficos y placenteros anular el encuentro de cada uno con su alma.
No obstante, García Ortega nos recuerda que la que defiende Arendt es una soledad no individualista, pues su destino es el encuentro con los demás. Por eso, incluye en su antología textos como “Introducción a la política”, también de 1950, o “La esfera pública y la esfera privada”, de 1958. En ellos afirma la filósofa que “el sentido de la política es la libertad”, y lo hace desde su visión de la “acción” como una propiedad exclusivamente humana que, por su capacidad para renovar el mundo, tiene una dimensión milagrosa. También se incluyen escritos sobre la segregación racial, la justicia social y, cómo no, varios sobre el caso Eichmann o los orígenes del totalitarismo.
El valor de pensar consigue la divulgación, en poco más de quinientas páginas, de las ideas esenciales de una de las mujeres más brillantes del siglo XX. Se trata de una excelente obra para quienes todavía no conozcan a la pensadora y quieran acercarse a ella por vez primera. Igualmente, cualquier persona interesada en la política del siglo XXI podrá extraer jugosas reflexiones, y, especialmente, ver la puesta en práctica de una facultad que debería guiar cualquier análisis de la realidad: el pensamiento, que hoy en día es más valiente que nunca si es sincero, precisamente porque brilla por su ausencia.
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