Iñaki Biggi (San Sebastián, 1965) explora las sombras sociopolíticas de la época victoriana, guiado por el asesino en serie más famoso de todos los tiempos.
Por Literocio
2 octubre, 2022
El lobo de Whitechapel (Edhasa) es una denuncia social: miseria, alcoholismo y brutalidad en la peor barriada de Londres, donde la vida apenas vale unas monedas. De esos desheredados, los invisibles, las clases más bajas y los pobres que siempre pagan los platos rotos de los ricos, hablará el autor donostiarra en la presentación que tendrá lugar en los Encuentros en la niebla (Baeza,16-19 de febrero).
– ¿Cuáles fueron sus principales fuentes de documentación?
– Los estudios de otros escritores sobre Jack el Destripador, los libros de Historia, y, en especial, La gente del abismo, la obra en la que Jack London se hizo pasar por un mendigo para denunciar la situación de las clases más pobres del Londres de aquella época.
– ¿Por qué el enigma de Jack el Destripador sigue enganchándonos?
– Porque nos queda la sensación de que, en realidad, se llegó a saber de quién se trataba pero, por algún motivo, su identidad no ha salido a la luz.
– ¿Qué destaca del contexto sociopolítico que describe?
– Que la prometida Revolución Industrial resultó un fracaso desde el punto de vista humanitario. Hoy, casi siglo y medio después, desde este ordenador en el que estoy escribiendo, puedo comprar un par de patines que me voy a poner una sola vez en mi vida pero que van a dejar una huella ambiental enorme en el planeta y habrán sido fabricados por trabajadores, tal vez niños como en Whitechapel, en condiciones laborales lamentables.
– ¿Cuál es su personaje favorito?
– El inspector Abberline. No hay demasiados datos históricos sobre su figura, ni siquiera tuvo la importancia que se le ha dado. Es Michael Caine con todo su carisma. Hay algo poco conocido: a pesar del fracaso en la persecución de Jack el Destripador, su posterior carrera llena de condecoraciones y el sustancioso retiro tras su jubilación sugieren que ocultó información. Incluso fue considerado sospechoso…
– ¿Le ha influido el cine en la narración? ¿Alguna película en especial?
– Sí. Precisamente la serie Jack the Ripper de 1988, justo un siglo tras los asesinatos, protagonizada por Michael Caine. Me dio la impresión de que, teoría sobre la identidad del asesino aparte, los hechos pudieron ocurrir de una forma bastante parecida.
– ¿Algún personaje al que odiar en El lobo de Whitechapel?
– La figura de malo malísimo responde más a la necesidad de dar un nombre a ese mal. Sin embargo, en la realidad ese mal se reparte entre muchas personas. ¿Qué sucedió en Whitechapel? ¿Por qué los periódicos alarmaron sistemáticamente a la población? Por intereses propios. ¿Por qué el Gobierno no intentó cortar de raíz el problema, la extrema pobreza del East End, y se limitó a poner más policías? Por intereses.
– ¿Por qué la población adinerada lo único que hizo fue escandalizarse y visitar en lujosos coches
de tiro, “los barrios infectos del asesino”?
– Y así todo. No creo que necesitemos mirar muy lejos a nuestro alrededor para comprobar que todo sigue igual. ¿El personaje al que más odio? La inhumanidad.
– ¿Qué imagen quiso trasladar de Scotland Yard, policías y detectives? ¿Y de la Iglesia?
– De Scotland Yard, a pesar del aparente fracaso, admiración. Fue una policía adelantada a su tiempo. Sin embargo, según parece, estaba muy mal dirigida. Su jefe, el comisionado Warren, un militar de carrera, había sido puesto a dedo por la reina Victoria, una extraña mujer, en esa época la más poderosa del planeta, que vivía retirada en permanente luto por la muerte de su marido y que no tenía contacto alguno con la realidad. Y de la Iglesia, otro tanto se puede decir. Si Jesucristo, en el caso de que
existiera, volviera hoy a la Tierra, se iría corriendo hasta la cruz para evitar comprobar en qué se convirtió su mensaje.
La voz del mal
– ¿Se propuso realizar una crítica al sensacionalismo de la prensa?
– No hay más que leer hoy día los periódicos o ver la televisión. Hay titulares y artículos que causan vergüenza ajena. ¿De verdad los periodistas son tan malos? ¿Acaso no tienen posibilidad de ejercer su profesión de manera objetiva con un mínimo de ética? Leí muchos artículos de la época de distintos periódicos, y serían escandalosos si no fuera porque hoy volverían a ser redactados con las mismas palabras.
– ¿Es difícil ponerle rostro y voz al mal?
– Es difícil hacerlo bien. Uno de mis mayores retos fue darle un rostro al mal sin caer en los tópicos, ni buscar el morbo o el horror. ¿Mi novela trata de Jack el Destripador? Sí. ¿Es un personaje malvado? Sí. ¿Es el único personaje malvado? No. Malvado no solo es el que rebana el cuello a sus víctimas sino también el que se aprovecha de la situación de desamparo de unas mujeres, el que permite la pobreza, el que esclaviza, el que pisa a los demás para ascender, sea Papa, rey, policía o ladrón.
– Es importante dar voz al dolor, buscar la empatía de quienes miramos para otro lado. Dice que el valor de la vida en el East End es de apenas unas monedas. ¿Fue complicado ajustarse al canon de violencia de la época?
– No. Porque siguen existiendo.
El lobo de Whitechap