Impresiona la mirada viva e inteligente de Rohena Gera. La admiramos en el poderoso intimismo de su película Señor (estreno 27 de septiembre) y no menos la disfrutamos en la cercanía de la conversación. Hablamos con ella de cine, literatura, poesía y los desafíos de la India como territorio cultural para las creadoras contemporáneas.
Entrevista y Fotos: Maica Rivera
“Cuando creces como anglófona en la India, muchos de los libros que lees no los percibes como tuyos ni reflejan tu realidad. Eso es algo que me marcó. Leí después mucha literatura inglesa y americana en EEUU, y, a partir de los años 90, tampoco en la literatura india pude encontrar una representación fiel de la India urbana. Estudié Escritura en la Universidad de Stanford (California), mi Máster fue de ficción y poesía, y cuando intenté escribir una novela en EEUU me dijeron que no era lo suficientemente india, porque esa India urbana tampoco era la que la gente se esperaba”. Así se expresa la cineasta Rohena Gera (India, 1973) cuando le preguntamos por las influencias literarias en su vida profesional y personal. Comenzó su carrera en la oficina de Asuntos Literarios de Paramount Pictures en Nueva York en 1996, y ha trabajado en cine y televisión durante casi veinte años.
Ahora llega a España su extraordinaria película Señor (estreno 27 de septiembre), para la que no ha necesitado documentarse ya que “parte de experiencias de vida, interactuaciones reales durante décadas con personas”. Narra la historia de amor de Ratna, una empleada del hogar, y su señor, Ashwin, de familia adinerada, que acaba de cancelar su boda. La joven se enfrenta a las dramáticas consecuencias de una temprana viudez, añadidas a las limitaciones de casta, pero prima su fortaleza y lo que vemos es que su vida lastrada por la pobreza económica está, sin embargo, animada por sueños y esperanzas.
Qué mejor metáfora que su pequeño altar o los colores vivos de las telas que cose, alegrando los rincones de su habitación, que es oscura y se halla reducida a la mínima expresión.
Mientras ella trabaja con todo su esfuerzo e ilusión por un futuro profesional digno y cambiar su vida, e incluso mejorar la de aquellos a quienes ama, Ashwin se halla estancado en sus problemas y bloqueado dentro ahogado dentro de su limitado mundo, penando del trabajo a casa y de casa al trabajo, arrastrando su profundo desánimo y una honda tristeza.
AMOR, INSPIRACIÓN Y POESÍA
Contra todo pronóstico y a pesar de los obstáculos y las distancias, mentales y físicas, que parecen insuperables, ambos se encuentran en ese pasillo simbólico de la casa en la que conviven. Sus destinos apenas se tocan en ese punto fugaz, que, sin embargo, consigue ser suficiente terreno fértil para que los sentimientos afloren y echen raíces en medio del más desalentador contexto de diferencia de clases.
“¿Cómo amamos a los que amamos y cómo nos damos permiso para amar?”, se pregunta Rohena Gera en el filme, y aprovecha para dejar claro que la protagonista “no es Cenicienta, no necesita que nadie la salve: ella está luchando constantemente por sobrevivir y conseguir su propio sueño. Si acaso, ella le salva a él porque le está inspirando”. Es cierto, añade, que “todos hemos crecido con esa idea de que la mujer es una princesa que tiene que ser salvada pero eso no se corresponde en absoluto con la realidad“. Sorprende su pulso firme, tampoco se deja caer en la tentación de dulcificar argumento ni personajes, “tengo larga experiencia en mainstream, televisión y cine, y habría sido muy fácil abrazar esos tópicos, pero los evité muy conscientemente, reescribiendo para simplificar siempre en aras de la autenticidad“, argumenta.
Hasta aquí, por todo lo que hemos reflexionado, ¿Rohena forma parte de una generación rupturista? “Tal vez. Pero para mí es algo natural”, responde.
También observamos una dinámica de naturalidad en los hitos y figuras más llamativas de su poética visual. En la India, “siempre hay muchos símbolos y los leemos muy rápidamente“, explica. ¿Qué nos puede contar de la llamativa metáfora de las pulseras que la protagonista se quita y se pone? “Es una imagen que parte estrictamente de la realidad, de la vida”, aclara. “En determinados contextos culturales en la India, las mujeres casadas llevan pulseras verdes de cristal, tradicionales y muy de fiesta, mientras que a las viudas no se les permiten, y romperlas es un momento dramático de enorme tristeza en muchas películas de Bollywood porque significa que quien lo protagoniza ha perdido a su marido”. Sin embargo, Ratna es viuda y las conserva: “Ella las lleva, porque toma sus propias decisiones sin escuchar lo que le dicta la sociedad“.
Hay una clara apuesta en Señor por el cambio social. Pero, ¿de forma efectiva, puede contribuirse a esa transformación desde el rol de creadora? “Tengo que pensar que sí, y que los cambios, aunque sean pequeños, son posibles, porque el gran cambio tiene que venir desde dentro”. Y desde el amor, como en el filme. “Por supuesto”, corrobora, “porque cuando amas a alguien realmente ves el mundo desde sus ojos y así es fácil empatizar, que es la primera piedra” para cambiar el mundo. En contrapartida, las barreras mentales son representadas de una forma física muy rotunda en la película, ¿es algo premeditado? “Totalmente. Pero también hay barreras reales como la pared entre ambos, siempre hay algo que les separa, el tracking shot y el pasillo que se alarga, pero cuando se aparta el objeto que se entromete entre ellos, como la bandejita, y se quedan cara cara, ya aflora toda la intensidad de su encuentro inevitable y se impone la certeza de que ya no existen excusas para separarse, y eso es lo que acaba primando visualmente (el tracking shot que a veces les separa, también les une)”.
Nos despedimos de Rohena Gera preguntándole por un libro que le inspire tanto como Ratna inspira a Ashwin: “Cartas a un joven poeta de Rilke, un clásico que siempre me ha gustado”.
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