Nuestra recomendación para el Día del Libro: Confesiones de un incrédulo y otros ensayos escogidos (El Paseo Editorial). La trae su prologuista y traductor Óscar Mariscal, valiosa antología de los ensayos periodísticos de H. P. Lovecraft que conforma un sintomático autorretrato de uno de los escritores más influyentes de la cultura popular moderna, presentado en el Café Ajenjo el pasado otoño para dejarnos revelaciones que germinan esta primavera.
Frank G. Rubio. Fotos: Maica Rivera
FGR: Háblanos de tu último y ambicioso libro Confesiones de un incrédulo (El Paseo Editorial), donde seleccionas, presentas y traduces material ensayístico del más destacado cultivador del “cuento materialista de terror”, como le calificase Rafael Llopis.
OM: En Confesiones de un incrédulo he tratado de ofrecer una muestra lo más amplia posible del pensamiento de Lovecraft en varias materias de su interés, con la idea de profundizar más en cada una de ellas. Luis Alberto de Cuenca ha destacado el apartado literario, y otras críticas han visto en los artículos políticos la parte más jugosa del volumen. Para mí, lo más gratificante ha sido poder incluir descubrimientos “recientes” entre sus papeles, como la colección de argumentos de historias de terror, gracias a la colaboración del “State of Lovecraft”.
FGR.: Perdona mi ignorancia ¿qué es eso del “State of Lovecraft“? Me pasa como a San Agustín: si no me lo dice lo sé pero no lo sé cuando se lo escucho…
OM: No me extraña, es un tema complejo por demás. Hay un conjunto de obras de HPL (parte de su poesía, algunos artículos, fragmentos, correspondencia) que han sido publicadas póstumamente (algunas, incluso, muy recientemente) y por lo tanto no son de dominio público; la gestión y administración de este corpus la realiza el doctor Robert C. Harrall desde 1974. En el canon lovecraftiano establecido por S. T Joshi desde la década de 1980 en Arkham House hasta ahora en “Hippocampus Press” se reconoce esta situación.
FGR: Vivimos un interés vertiginoso por la obra de no ficción del Maestro de Providence. Francisco Arellano y usted han sido aguerridos pioneros en entregar a los lectores en lengua española muestras bien seleccionadas y traducidas de una obra vastísima enterrada entre miles de cartas…
OM: Para La Biblioteca del Laberinto hice una antología de revisiones y colaboraciones menores de HPL (Sueños de Yith) y otra, bastante exhaustiva, de la obra de Duane W. Rimel (Las brujerías de Aphlar), que contiene la última revisión que hizo Lovecraft; pero las aportaciones lovecraftianas de Francisco Arellano vienen de muy lejos, de su revista Marginalia. También ha publicado el ensayo de Lin Carter sobre Lovecraft; para mí, la bibliografía que incluye Carter es el canon de los Mitos, lo demás son apócrifos más o menos bienintencionados. Ahora caigo en que mi primera aportación apareció en el fanzine Sueño del Fevre de Carlos Maroto (1990); se trataba de una selección de anotaciones del Commonplace Book de HPL, traducidas por Rafael Llopis, con quien mantuve una interesantísima correspondencia desde 1988 (yo tenía entonces 16 años).
CANON LOVECRAFTIANO
FGR: Lovecraft escribió mucho sobre literatura y bien, como ha destacado Luis Alberto de Cuenca. Estoy pensando en algunos ensayos suyos sobre la literatura clásica o fantástica que ha publicado La Biblioteca del Laberinto, o en esta interesantísima colección de argumentos que encontramos en Confesiones de un incrédulo ¿Cuándo tendremos un volumen que recopile materiales de este tipo de nuestro héroe? Por qué haberlos, haylos, ¿no?
OM: S.T. Joshi dedicó un volumen completo de su titánica recopilación de la ensayística de Lovecraft a artículos relacionados con la literatura; esta es la principal fuente que tenemos (además, excelentemente anotada), pero entre la correspondencia publicada hay también mucho material interesante al respecto. En Confesiones hay un artículo muy largo en el que HPL intenta establecer un canon de la literatura universal, y en el que además da consejos de lectura, compra y almacenamiento de libros. Resulta curioso porque se descubren muchos hábitos y manías con los que muchos amantes de los libros nos identificamos.
FGR: Muy interesantes los dos artículos sobre las actitudes políticas de Lovecraft al final de su vida, impulsadas por las circunstancias de la crisis del 29 y el New Deal. Háblenos de esto. Veo inquietantes similitudes con circunstancias actuales…
OM: Se conservan tres grandes artículos políticos de HPL, los dos que aparecen en el volumen, y otro más escrito un año o así más tarde; podría decirse que estos textos constituyen la “suma política” de Lovecraft. Lo curioso es que ninguno de estos artículos fue escrito pensando en su publicación; al parecer el autor, en su modestia, solo pretendía ordenar sus ideas económico-político-sociales, que luego exponía en sus cartas a los corresponsales que le pedían su opinión sobre la difícil situación que vivían. Era, como bien dice, la época del New Deal de Roosevelt (a quien Lovecraft tenía en un pedestal).
Sobre su contenido no me considero autorizado a hablar in extenso; en ocasiones me parece oír ecos de esa tradición de “izquierda antipositivista” a la que aportaron pensadores como Proudhon o Sorel y que, según el propio Mussolini, acabó afluyendo al “gran río del fascismo”. Pero puede que esto no sea más que un espejismo.
Dos de sus tres grandes artículos políticos se recogen en este volumen, ninguno fue escrito pensando en su publicación: el autor, en su modestia, solo pretendía ordenar sus ideas económico-político-sociales”
FGR: Con ocasión de sucesos luctuosos y penosos, S.T. Joshi ha devuelto sus galardones del Premio Mundial de Fantasía y la estatuilla del trofeo, inspirada en una caricatura de HPL realizada por Gahan Wilson, ha pasado a mejor vida. ¿Como ves esta fantochada?
OM: “Fantochada” es la palabra perfecta para calificar este espectáculo.
También hay un premio Edgar Allan Poe al que, aplicando los mismos criterios, habría que cambiar de nombre (¡Poe defendía la esclavitud!). Por otra parte, creo que el género necesita más trabajo de gabinete y menos trabajo de pasarela; en los congresos científicos se hace balance del periodo previo de investigación, se exponen los avances y los problemas en la misma, y se plantean metas para el siguiente periodo, pero en nuestras “Cons” solo hay presentaciones de libros, paseos triunfales y baños de masas.
Por cierto, que yo adoro el trabajo de Gahan Wilson.
FGR: Aquí hay gente, una minoría poco selecta pero obtusa, que propone escribir fantasía lovecraftiana suprimiendo a Lovecraft. Este tipo de sectarismo está haciendo mucho daño al género fantástico y modalidades literarias similares como la ciencia ficción o el terror, tanto en el mundo anglosajón como en España. ¿Su opinión? ¿Cree que hay que escribir o traducir siguiendo un guión ideológico “correcto”?
OM: Apenas sigo lo que se hace actualmente en el campo de la fantasía. Pero sí tengo la impresión de que hay cierto sentimiento de culpa entre los cultivadores del género: “¿Género, yo?, ¡lo mío es literatura con mayúsculas!”, “No son vampiros, son figuras retóricas”.
Esa supresión (ocultación, menosprecio…) de Lovecraft podría deberse más al deseo de ciertos creadores de distanciarse de todo lo que huela a “literatura popular” que a cuestiones ideológicas o estéticas. El caso de Colin Wilson en la década de 1960 es un ejemplo de libro: tras despellejar públicamente a Lovecraft en su obra El poder de soñar (por otra parte un libro muy interesante), se dedicó a “pastichearlo” con cierto éxito editorial.
Respecto a los guiones (ideológicos o de cualquier otro tipo) ya dijo Juan Ramón Jiménez: “Si te dan papel rayado, escribe de través; si atravesado, del derecho”. La llamada “incorrección” no es garantía de independencia o cordura ideológica —es, de hecho, un negocio para un buen número autores, editoriales y medios—, y su influencia sobre las diversas expresiones artísticas es tan nefasta como la de la llamada “corrección”. En Estados Unidos, en el siglo XIX, existía la figura del “orador de esquina”, el que quería exponer su sistema e ideas se plantaba en una esquina y peroraba a placer, y el que quería oírlo, se acercaba y se unía al corro (en las actuales redes sociales, cada perfil es una esquina). Ahora, además, “se da silvestre” un autor proselitista que considera preciso iluminarnos desde tal o cual posición (que naturalmente es la correcta), y nos administran su credo más o menos disimuladamente en sus escritos. Pero no perdamos el tiempo ni se lo hagamos perder a los demás.
El género necesita más trabajo de gabinete y menos pasarela. En nuestras Cons solo hay presentaciones de libros, paseos triunfales y baños de masas”
FGR.: ¿Cómo ves la deriva del género fantástico literario tanto en España como en otros países?
OM: Prefiero no pronunciarme al respecto. El panorama es lo bastante amplio (para mí, de hecho, inabarcable) como para cuidarse bien de generalizar. En España sigo con mucha atención el trabajo de colegas como Alberto López Aroca y Alberto Ávila, y proyectos como El Transbordador y Barsoom. En el mundo anglosajón, PS Publishing hace una labor encomiable, y de su catálogo salió Wylding Hall de Elizabeth Hand (Berenice), una novela que adoro y que disfruté mucho traduciendo.
FGR.: ¿En qué andas metido ahora?
OM: Trabajo en una antología de M. R. James, pero no centrada en su conocida labor como escritor de cuentos de fantasmas (en realidad, un entretenimiento para él), sino como estudioso de la literatura bíblica apócrifa —de la que surgen los demonios de sus relatos— y buscador de libros semimíticos como el Libro de Og el gigante. Todo es material raro procedente de mi colección jamesiana, tengo una página en Facebook dedicada a mis tesoros, llamada The M. R. James Collector.
LO