Coronamos al superventas patrio Jorge Molist (Barcelona, 1951) en el Día Internacional del Libro, desde ConEstiLO, por trocar en oro todo lo que toca: ¡estamos seguros de que los almogávares le habrían nombrado líder de haberle conocido! Nuestra recomendación para festejar esta jornada tan especial del 23 de abril es La reina sola (Planeta), novela que nos descubre una de las facetas más ocultas e interesantes de nuestra Historia.
Texto y foto de portada: Silvia R. Coladas. Foto interior: Roger de Lauria (Barcelona) por Amai Rodríguez.
Qué buen sabor nos dejan los libros que nos entretienen durante cientos de páginas sin menoscabo alguno de nuestro interés, capítulo tras capítulo y que, además, terminan con un desenlace a la altura de la trama. Si, aparte de reunir estas características, les añadimos la virtud de estar basados en hechos históricos y esos hechos nos conciernen, entonces, amigos, ya son palabras mayores: las emociones están a flor de piel y pueden derivar en múltiples sentimientos entre los que, seguro, se encuentran el orgullo y la admiración.
Esto es justo lo que me ha sucedido y he experimentado al leer La reina sola del exitoso escritor barcelonés Jorge Molist que se alzara con el Premio de Novela Fernando Lara 2018 por su Canción de sangre y oro. Se trata de una novela histórica apasionante que nos permite viajar a reinos de otros tiempos en los que se moría para salvaguardar el honor, si era necesario; y la fidelidad a una corona -o a un clan- se constituía en el estandarte de toda una vida.
No podemos dejar de ensalzar, amén del contenido, el continente: la cubierta diseñada por José Luis Paniagua y unas guardas muy ad hoc de Agustín Escudero. Con estas atractivas hechuras, La reina sola relata la sorprendente historia de los reinos de Aragón y Sicilia unidos por el matrimonio de Pedro III el Grande con Constanza, quienes, a pesar de su condición de esposos, se ven obligados a separarse para defender cada uno su territorio contra tres grandes enemigos: el rey de Francia Felipe III, Carlos de Anjou y el papa Martín IV, quien tenía en el de Anjou su brazo armado y al que no podían ver en Roma por sus tejemanejes en pro de los galos. Tres poderes muy superiores que convertirán la vida de esta regia pareja en una continua e incómoda situación de alerta que les obligará a postergar una y otra vez sus propios deseos.
Molist acumula más méritos con esta nueva publicación. El más evidente, la gran labor de documentación para asegurarse el rigor de la escritura. Pero es de justicia destacar otras virtudes de su pluma en estas páginas, como el recuperar y valorar una apasionante parte de la Historia, ignorada por la inmensa mayoría, que cambió el destino de España y la inclinación de la balanza del poder en el Mediterráneo.
PERSONAJES QUE HACEN HISTORIA
O también, descubrirnos a los almogávares -reivindicados asimismo, hace años, por Arturo Pérez-Reverte en su columna semanal-, tropas de una valentía y una crueldad fuera de lo común, que al grito de “¡Desperta Ferro!”, “Aragón, Aragón” y “¡Au, au!”, no dejaban títere con cabeza y se erigían en los soldados más temidos y letales de la época, una suerte de fascinantes mercenarios que arrasaban ejércitos muy superiores en número y armas, carecían de escrúpulos en sus incursiones por tierra y mar y eran fieles siempre a la causa que les proporcionara riqueza. Su presencia provocaba escalofríos y, poco después, la muerte. Su único señor era Dios. Para rematar, queremos registrar el mérito del autor de contarnos la Historia de una forma cercana y amena, dibujando con pericia las personalidades de ilustres y plebeyos, de tal manera que nos identificamos fácilmente con sus preocupaciones, pesares y dudas, también, ¿por qué no?, con su nobleza y su entrega a una causa superior a la propia vida.
La reina Constanza de Sicilia, personaje principal, bondadosa, justa y de grandes convicciones religiosas, narradora en multitud de episodios, evoluciona a lo largo de la obra como efectivamente debió de ir transformándose en su vida.
Comienza siendo una mujer insegura, sin experiencia de gobierno y enfadada por lo que considera el abandono de su esposo en una situación de máximo riesgo de ataque a su territorio. En su fuero interno, sabe que el rey también tiene la obligación de defender su reino de Aragón y que ese es el motivo para dejarla sola, pero, aun así, se resiste y revela contra un destino que la deja en peligro ante un poder hostil, amenazante y “veinte veces mayor”. Como mujer, también sufre por las posibles infidelidades de su marido y lo injusto de su situación, ya que ella debe mantener la honra aunque transcurran años de ausencia. Por su parte, el monarca Pedro III de Aragón se entrega a la labor de ampliar su reino y defenderlo de invasores y traidores, a formar a su futuro heredero, a alimentar y mantener a sus hombres a pesar de la falta de vitualla, a conseguir alianzas y, también, a cortejar a su dama Constanza a través de hermosas cartas de amor. Objeto de arbitrarias excomuniones por parte del Papa, es un rey injustamente olvidado en nuestra Historia.
En las antípodas, destaca Macalda, la baronesa de Ficarra, una mujer escandalosa en sus gestos y vestimenta. Femenina pero también guerrera, goza provocando a los hombres y desafiando a la reina; con una ambición sin límites, sus numerosas apariciones a lo largo de la novela son un disfrute para la imaginación, a pesar del rechazo que provoca su personalidad conspiradora. Excelente jugadora de ajedrez, convierte su propia vida en un tablero sobre el que intenta repetidamente conseguir el jaque mate que le reporte la victoria definitiva.
Por algo la Armada Española bautizará próximamente una fragata con el nombre de Roger de Lauria, uno de los mejores almirantes de la Historia y el personaje más atractivo de la novela. Gran estratega, experto navegante, innovador en la guerra, luchador incansable fiel a la corona y despiadado enemigo de los franceses, desplegó todo su ingenio al servicio del reino de Aragón y Sicilia
Aun con todo, el más atractivo, con permiso de la familia real y también el más seductor, con permiso de la propia baronesa, es el gran almirante Roger de Lauria, el súbdito de origen italiano que más alegrías les dio a los reyes y con el que el lector queda anonadado. Gran estratega, experto navegante, innovador en la guerra, luchador incansable fiel a la corona y también despiadado enemigo de los franceses, desplegó todo su ingenio al servicio del reino de Aragón y Sicilia. Sin dudarlo, fue la estrella del ejército y de la flota y sus abundantes hazañas justificaron el título nobiliario de conde de Cocentaina que le fue concedido y la fama y admiración que a su paso provocaba.
Por algo, la Armada Española bautizará próximamente una fragata con su nombre, como ya hizo hace años con un buque ahora retirado.
Por si fueran poco, su aura de conquistador y arrebatadora personalidad son adornadas por el autor con el amorío de Súria, una bella guerrera y líder almogávar a cuyos pies cae Roger rendido a pesar de sus rechazos. Conquistarla será la proeza más difícil y complicada de este inteligente marino.
Se disfrutan enormemente la batalla de Malta, la de Nápoles, la defensa de los castillos y las maniobras navales; se empatiza con el rey de Mallorca, hermano del rey de Aragón, a pesar de su cobardía, y se siente compasió por Carlos “el cojo”, el hijo del que Carlos de Anjou se avergonzaba por su malformación. Es asimismo sencillo odiar a todos los que se empeñaban en recuperar Sicilia para Francia y hacerlo con toda el alma porque se retratan retorcidos y obsesionados con el poder, la ambición ¡y la invasión de parte de la que ahora es España! Se celebran algunas muertes repentinas, se lloran otras. Y tras todas estas aventuras, al lector le queda un dulce regusto a victoria pero también cierta melancolía de aquellos tiempos y aquellas gentes que se sacrificaron por un ideal tan grande.
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