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VEINTE AÑOS DE ‘EL MARCAPÁGINAS’

Celebramos por todo lo alto este feliz aniversario de El Marcapáginas. Hace apenas dos años, recibió una prestigiosa distinción, la Antena de Plata, que nos da algunas claves importantes del modelo de éxito: su director, David Felipe Arranz, dedicó el premio a Julián Lago y a César Antonio Molina, “el padrino espiritual y material del programa, respectivamente”. Periodismo de raza, alta cultura, nervio informativo, talento a raudales y muchísimas horas de lectura, trabajo e intenso esfuerzo intelectual con una cuidada producción. ¡Larga vida a nuestra cita radiofónica semanal más querida!

Entrevista y fotos: Maica Rivera


 

LO: Cumplir dos décadas con El Marcapáginas es toda una hazaña en los tiempos que corren. ¿Cuántas alegrías y cuánto sufrimiento conlleva esta épica periodística?

DFA: Podría decirse que el balance final es muy positivo, porque un magacín de estas características es una excepción, en la medida en que uno procura cada día lo excepcional. Supone, además, una tarea de lectura ingente y de asistencia constante a los espectáculos teatrales, de manera que es un oficio formativo. No hablamos sino de los mejores, de la excelencia. También hay momentos difíciles, porque terminas implicándote emocionalmente con personas que un buen día desaparecen sin dejar rastro. Pero creo que la fragmentación y la quiebra son propias de nuestra profesión, sobre la que soplan vientos de cambio permanentemente… ¡y hasta tempestades!

LO: ¿Siente el gusanillo del primer día al abrir micro o se ha convertido a la serenidad del veterano?

DFA: Siempre siento ese puyazo en el corazón al arrancar, porque sé que hay miles de personas a las que no puedo defraudar. Es el del programa un oyente exigente, que me sigue también en prensa escrita y en televisión, algo que he descubierto gracias a las redes sociales y que yo ignoraba. Hay muchas personas que aman la cultura y sé que, de alguna forma, el programa y mi trabajo representan para ellos esa esperanza, como si fuese el último mohicano del periodismo cultural en formato radiofónico.

LO: Se estrenó el primer programa con el año 2000. ¿Cómo describiría el devenir cultural en el nuevo milenio? ¿Y cómo viene siendo la experiencia de contarlo?

DFA: Te voy a ser franco. El programa nació en el mejor de los lugares, Radio Círculo, del Círculo de Bellas Artes, y bajo el mejor de los gestores culturales: César Antonio Molina. Allí vivíamos la cultura, hablábamos cultura, respirábamos cultura, cuando aquella casa era un referente absoluto de la excelencia cultural. El programa después ha transitado por caminos más áridos, pero vi rápidamente que la que me esperaba iba a ser una batalla tremenda por mantener vivo el programa, envidiado y admirado a partes iguales. Con la salida de Molina al Instituto Cervantes se precipitaron las “mudanzas”, siendo finos, y los nuevos “responsables” sacaron el programa de la parrilla en enero de 2005. Afortunadamente, me busqué la vida y el espacio continuó periplo por Radio Cervantes, Radio Intercontinental, Gestiona Radio y Capital Radio. Estas quiebras se producen inevitablemente en todo el que pelea por algo.

Si me preguntas por el devenir cultural, te diré que ha habido una transformación, una “democratización” de la cultura, que ha bajado de su pedestal y que ha encontrado su cauce en las nuevas generaciones. El programa ha creado escuela en jóvenes periodistas a los que les ha ido después muy bien. Y quiero creer que, aunque hayan acabado trabajando en información generalista o deportiva, les he podido contagiar mi locura por los libros, el teatro o el cinematógrafo, que es la única enfermedad que te cura de todo. Y cuando digo todo… es todo. Al recién licenciado con poca experiencia sucedió el periodista adulto, pero conservando aquel joven idealista que una tarde se presentó con 25 años y el corazón que se le salía del pecho en el flamante despacho del director del Círculo con una carpetilla que escondía un folio en el que había garabateado unas cuantas ideas sobre un programa de libros. Los tertulianos que me propuso de su parte, Ángel García Galiano o Juan Barja, me duraron muy poco. Y me reinventé. Por aquel entonces yo no era consciente de muchas cosas, y ahora soy consciente de demasiadas.

VIEJA ESCUELA, PERIODISMO ESTELAR

LO: Sabemos que usted, periodista de raza, pertenece a la vieja escuela, ¿pesa mucho la responsabilidad de dejar testimonio de la cultura de su tiempo? ¿Quién es su principal referente radiofónico?

DFA: Mi gran referente radiofónico y periodístico es Julián Lago, al que perdimos en 2009 y el primero que me dio la oportunidad de conocer cómo era la radio por dentro en 1998, en La Espuela de Radio España. Me pregunto dónde estarán todos aquellos oyentes, muchos ya mayores, que dejaban aquellos mensajes memorables en el contestador automático. Desde entonces, desde la trágica muerte de Julián, vivo en una suerte de “orfandad” periodística permanente. Era un ser excepcional, y no porque fuese mi tío, que también. Escaneaba al entrevistado, despiezaba su alma en directo, los miraba a los ojos, preparaba secciones divertidísimas, las llenaba de tertulianos como Antonio López Campillo, Juan Adriansens, Virginia Mataix o Jaime Peñafiel. Me recordaba mucho a otro gigante del periodismo, Jesús Quintero, que calla desde hace años. Me gusta mucho cuando hace radio Ángel Antonio Herrera, que es el periodista total, y hacía unas piezas maravillosas en Radio Nacional de España. Pero mis referentes son escritos y del periodismo escrito parto para construir el guion del programa: Larra, Mariano de Cavia, Chaves Nogales, Manuel del Arco, Hemingway, Alvah Bessie, García Márquez, Delibes, Umbral y otros dioses del Olimpo periodístico. Del panorama escrito actual, admiro a Sergio Vila-Sanjuán, Antón Castro, Charo Ramos, Guillermo Busutil, Carlos Aganzo, José María Cillero o Jesús García Calero. Contamos con gente extraordinaria. Yo le encuentro una unidad de tono entre ambos medios: varía el formato, pero no el espíritu ni los contenidos.

Recojo información diaria, leyendo cuatro horas al día, hago muchas llamadas y me empapo de los espectáculos teatrales y operísticos. Peor sería para mí ir a un estadio de fútbol. Trabajo mucho con la memoria y la libreta de notas al estilo benjaminiano del flâneur. Leo muchísima prensa. El paseo te lleva al conocimiento. Y esta actitud consiste en enfrentarse a la vida, a la política, a la hostil geografía urbana y a lo emocional con la buena fe de la cultura”

LO: Formar, informar y entretener. Díganos los porcentajes en El Marcapáginas.

DFA: Pues diría que en una proporción de 1/3 cada aspecto, porque la cultura conlleva entretenimiento: los libros son para disfrutarlos y hablar de ellos ya ni te cuento. Mi querido Antonio San José me enroló en su fórmula de infotainment cuando lanzó Non Stop People en 2015 y me llevó para hablar de libros de manera entretenida y, la vez, rigurosa y profunda. Una vez que hablé de Gay Talese me llamó a su despacho para felicitarme y decirme que ese era el punto exacto de equilibrio entre la información cultural y el espectáculo que él quería. Es un hombre maravilloso -sus raíces vallisoletanas lo delatan- y ojalá le encarguen un proyecto similar. Ahora arrasa en Movistar Plus y en el prime time un (supuesto) humorista que pregunta a sus invitados cuántas veces han follado (con perdón) en el último mes o cuánto dinero tienen en la cuenta corriente. Y gusta muchísimo, sobre todo, a un tipo de espectador de la generación X al que todo ese rollo le parece muy guay, todo lo que sea esta iconoclastia (que al final es mal gusto). La vanguardia y los premios del negocio audiovisual está ahora en la grosería. Como ves, los tiempos cambian. Si es a peor, ya es cuestión de gustos.

LO: ¿Cómo es hoy la producción? ¿Qué destacaría de su evolución?

DFA: Pues es estar recogiendo información cada día, leyendo tres y hasta cuatro horas diarias, haciendo muchas llamadas y yendo a empaparte de los espectáculos teatrales y operísticos. Peor sería para mí ir a un estadio de fútbol. Los cambios han consistido en que esos procesos los he integrado ya de una forma automática, trabajo mucho con la memoria y con la libreta de notas, muy al estilo benjaminiano del flâneur. Leo muchísima prensa, además. El paseo te lleva al conocimiento. Y esta actitud consiste en enfrentarse a la vida, a la política, a la hostil geografía urbana y a lo emocional con la buena fe de la cultura, yendo a las cosas por el derecho que te otorga el tiempo que les has dedicado.

LO: Escoja cinco entrevistados. Y cinco momentos estelares de El Margapáginas.

DFA: José Luis de Vilallonga, Gonzalo Suárez, Basilio Martín Patino, Alberto Vázquez Figueroa y Rosa Montero. Añádanse vinculados a momentos a Miguel Ángel Aguilar, Ray Loriga, Roman Gubern, Luis Antonio de Villena, Vicente Molina Foix o Teresa Viejo, por distintas razones. Son personas muy especiales, seres excepcionales. Los momentos estelares siempre se producen al terminar el programa, con un vino entre amigos que suele prolongarse entrada la madrugada y a la que suelen unirse muchos invitados. ¡Es una tradición!

SOPLAMOS LAS VELAS: DESEOS

LO: Lancemos un guante. ¿A quién le gustaría entrevistar que aún no haya pasado por el estudio? ¿Alguna otra cuenta pendiente?

DFA: A Harold Bloom, George Steiner, Susan Sontag y Gore Vidal, mis referentes intelectuales, me quedé sin entrevistarlos. Cuando vinieron a España, ya eran mayores y mi programa se emite en franja nocturna. Por lo demás, suelo sentar delante del micrófono a los protagonistas que escojo: no hay mucho problema con eso porque no hay competencia.

LO: Déjenos el mejor recuerdo de estos años. ¿Y algo para olvidar?

DFA: El amor. Y respondo así a las dos preguntas.

LO: ¿Cómo vive El Marcapáginas este tiempo difícil para la cultura en nuestro país? ¿Cómo ve la coyuntura cultural? Diagnóstico, pronóstico y tratamiento.

DFA: Muy cuesta arriba, pero, a la vez, con muchas oportunidades porque se están moviendo cosas. En el caso de los creadores hay un clamor popular para que el Ministerio de Cultura no suelte de la mano al sector y lo deje caer a plomo. Están editores y empresarios del teatro colgando de la brocha, y ya no digamos los autores, que conforman el capital humano de ese intangible que es la cultura. Parece que el ministro anda más preocupado por presentar a la UNESCO la “tapa” a la candidatura española de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad que el género de la zarzuela, una de las eternas candidatas. Y así nos luce el pelo. Mi pronóstico no será favorable hasta que el Gobierno, las instituciones, las empresas y la sociedad misma que quiere que los contenidos sean gratuitos no se conciencien de que los periodistas tienen que comer y vestirse también, como Sánchez o Casado. Vivir para el reportero va siendo ese lujo, ese exceso y esa extrañeza.

LO: Una confesión. ¿Cuántas veces al mes escucha, “ah, pero te has leído el libro”?

DFA: Cada vez más. Me sorprende, sí, al igual que cuando un elenco se pasma de que haya visto la obra el día anterior y entre de lleno en los materiales del autor. No debe de ser ya muy común lo de informarse y documentarse antes de preguntar a tu entrevistado asuntos concretos de su obra, su novela, su ensayo o su poemario. Para eso trasnochamos. Hay compañeros del sector cultural que ejercen el oficio a redropelo, como si no les gustase o no fuera con ellos.

LO: Un deseo de cara a 2021. Y soplamos las velas.

DFA: Que mis santos padres y mis pacientes hermanos vivan muchos años y, a ser posible, me sobrevivan. Con respecto al periodismo, me gustaría que existiese justicia y justeza profesional, que no la hay a tenor de la cuadrilla de cantamañanas y estómagos agradecidos y faltos de talento que han tomado los medios como un cáncer. La calidad es esa gran ausente, pero lo podemos aplicar a cualquier organización profesional en la que manda el nepotismo, no la meritocracia. Es más: la profesionalidad comienza a ser un demérito según dónde nos movamos. Y eso la meritocracia no lo puede permitir. Mi deseo sería volver a la Edad de Oro del periodismo, no a este desierto donde reina lo epidérmico, lo superficial y lo politizado.

LO: Veinte años no son nada, cantaba Carlos Gardel. Y si volviera a nacer, ¿repetiría?, como decían Amistades Peligrosas, más de nuestra generación.

DFA: Mira. Ahí le has dado. Fíjate en la década de los ochenta. Es que poco más hay que añadir. Ubi sunt? Si volviera a nacer, le dedicaría más tiempo a mi abuela Canora, que era mi madrina y me llamaba cada día desde Valladolid al trabajo para preguntarme cómo me encontraba, hasta que su voz se apagó. Y no me di cuenta de que lo importante y valiosas que eran aquellas llamadas hasta que dejé de recibirlas. Ella era la protagonista de una Castilla humilde y real, de tradición liberal y ligada a la prensa. Ella leía El Norte de Castilla, que recibía por suscripción en su casa por correo y desparramaba por la colcha de aquella cama gigante y antigua suya en la que te hundías, diario en el que ahora escribe su nieto. Hubiese estado muy orgullosa de mí. Recuerdo la pila de las revistas en el vestidor –Interviú, Tiempo y Tribuna-, con sus mujeres carnales, políticos transicionales y banqueros del pelotazo, y los libros del abuelo en aquel armario sagrado. Sí. Volvería a la infancia, sin duda. Y, cómo no, crearía de nuevo El Marcapáginas.


LO

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