magazine

RIUL: POR UNA LECTURA PARA LIBREPENSADORES

Del 29 al 30 de septiembre, tendrá lugar el III Congreso Internacional de la Red Internacional de Universidades Lectoras bajo el lema Imaginando el futuro de la lectura. A propósito de Asimov y Bradbury. Reunirá virtualmente a numerosos especialistas con objetivos como la puesta en valor de la lectura en la reconstrucción social y su adaptación ante los cambios sociales, el debate sobre la dualidad realidad/ficción y su constante transvase y la puesta en común de las últimas investigaciones sobre los formatos novedosos y multimodales que dinamizan la lectura y están de actualidad en las sociedades del siglo XXI. Explica todos los detalles Eloy Martos Núñez, coordinador de la RIUL.

Literocio.


LO: ¿Cuál es el principal reto del Congreso Imaginando el futuro de la lectura?

EMN: Hacer una propuesta proactiva frente a la parálisis social y cultural a la que nos empuja la pandemia. No se trata solo de una hacer una llamada reactiva como cuando invitábamos a la gente a leer durante el confinamiento. Porque la lectura permite construir el sentido del mundo y establecer conjeturas (lo que se ha llamado el cerebro predictivo), y eso es lo que más necesitamos ahora: vislumbrar un futuro mejor con ayuda del mundo de la creación.

Además, la crisis de la lectura es evidente. Es verdad que se lee más que nunca en términos cuantitativos, y que nunca hemos tenido tantos dispositivos o soportes ni las generaciones anteriores podían navegar a su antojo en este océano de información que es Internet. Pero si comparamos con el siglo pasado, intelectuales como Jean-Paul Sartre y otros ejercían un liderazgo crítico sobre la sociedad, y, aun equivocándose a veces, eran voces respetadas y que inspiraron corrientes críticas y de cambio de la sociedad, que llegaba a las aulas, a la calle. Hoy el marco de juego ha cambiado, el mercado lo inunda todo, y aquellos liderazgos han sido sustituidos por tertulianos o voces interesadas. Internet es un inmenso bazar al que los jóvenes desembarcan sin orientación ni mediación la mayoría de las veces. Para colmo, la escuela no sabe muy bien qué hacer con las Humanidades, ni con la Literatura, que son cada vez más floreros, apéndices cada vez más irrelevantes. Paradójicamente, la industria de la ficción factura millones y congrega a la gente ante las pantallas, es decir, a pesar de todo, el contar y leer historias sigue siendo una necesidad del ser humano.

LO: ¿Por qué Bradbury y Asimov como embajadores?

EMN: Porque no son complacientes con esta visión naíf de la Ciencia y el progreso ni dudan en subrayar que lo importante no es la truculencia con que las ficciones actuales nos presentan monstruos, virus catastróficos o distopías, sino los profundos cambios sociales que están modelando nuestro futuro. O cómo todas estas nuevas realidades van a impactar en nuestras vidas.

Bradbury es un ejemplo maravilloso, ya sabemos que no era una persona enamorada precisamente de las nuevas tecnologías. Hace setenta años, escribe el libro Fahrenheit 451 o cuentos como La Pradera que calcan lo que está pasando ahora mismo. La metáfora del bombero quemalibros es iluminadora, no hace falta poner policías o soldados que repriman, como los que criticaban Jean-Paul Sartre y los intelectuales del siglo pasado.

La posmodernidad y la mercantilización creciente ya se ocupan de hacer irrelevante la lectura amplia que promovían esos maestros, generando por doquier best sellers, blockbusters, modas, que son como una capa opacante que no deja ver nada más. La tecnología tiene también su lado siniestro, parece decirnos. Los hombres-libro paseando por la orilla de un río al final del libro es una metáfora de la resistencia y de lo que hay que conservar: solo en la ensoñación, en la imaginación, el ser humano se reencuentra. Por desgracia, el Covid-19 no ha puesto de actualidad a los bomberos pero sí a personal auxiliar que retira discretamente a los ancianos que van muriendo en soledad, y los han reducido a números de una estadística.

LO: ¿Perciben verdadera necesidad de acudir a los padres de la ciencia ficción para repensar nuestro presente o es simplemente un guiño lector?

EMN: No es un guiño, realmente los padres de la literatura fantástica y de anticipación han sido siempre visionarios que han adelantado muchos aspectos del futuro, como el Julio Verne de París en el s.XX, al que ni siquiera su editor quiso publicar. Si uno lee Crónicas marcianas, en realidad el libro no trata de Marte, o si uno lee El fin de la infancia, tampoco trata de alienígenas, en el fondo siempre se habla de los problemas humanos básicos. Lo que hace esta literatura es “desatar” los Imaginarios, no como un conjunto de extravagancias, que es lo que pensaban los ilustrados, sino como mundos posibles, que, como en el caso de La isla del Dr. Moreau, luego vemos que la biotecnología ya está haciendo real. Lo truculento, al modo del cuento gótico o de los velocirraptores de Parque Jurásico, vende mucho, pero también, y en eso Bradbury es un maestro, la fabulación ayuda, como los sueños lúcidos, a encontrar algunos soluciones. Tal vez si clonamos mamuts y los llevamos a Siberia, ayuden a impedir el derretimiento del permafrost que está liberando gases nocivos, y esto no es el argumento de una novela sino un documental científico de Sergey y Nikita Zimov en su lucha contra el cambio climático.

Hacemos una propuesta proactiva frente a la parálisis social y cultural a la que nos empuja la pandemia. No se trata solo de una hacer una llamada reactiva como cuando invitábamos a la gente a leer durante el confinamiento”

LO: En tiempos de pandemia, ¿qué connotaciones reviste una convocatoria así?

EMN: En el contexto actual tan duro de la pandemia, el espíritu del Congreso es ayudar a articular una respuesta desde la Universidad a los futuros escenarios de lectura que se nos presentan. RIUL, por su transversalidad y pluriculturalidad, convoca este debate para abordar los nuevos retos y demandas. De ahí el homenaje a autores como Asimov o Bradbury, fuentes de inspiración de estas nuevas realidades, que parecían distópicas pero que ahora forman parte de lo que Neil Gaiman llama “soñar despiertos”. A pesar del título, el Congreso no se focalizará ni en las nuevas tecnologías ni en el género de la ciencia ficción, sino en el valor de la lectura en los próximos años, desde una perspectiva holística. Aspiramos a la internacionalización y la construcción internacional de comunidades de académicos y profesionales que trabajen en la promoción de la lectura (en su sentido más amplio) en y desde la Universidad.

LO: ¿Hacia dónde querrían llevar el debate sobre la transversalidad?

EMN: Normalmente, la lectura se pensaba como algo de Letras, que concernía a maestros, filólogos, bibliotecarios, etc. La crisis del COVID, con sus urgencias sanitarias, y el avance de las ciencias experimentales parece haber puesto en segundo plano las Ciencias Sociales y las Humanidades, pero sin estas la sociedad misma se desintegra. Lo estamos viendo ahora, muchos de los problemas que padecemos proceden de una educación fracasada, que no sabido formar ciudadanos solidarios y cooperativos. Se habla de los botellones pero en la escuela la educación del ocio brilla por su ausencia, y eso se repite en distintos casos y en multitud de situaciones y colectivos, tal como estudia la educación social. Para hacer una intervención eficiente a nivel social y educativo, hay que formar a buenos profesionales e invertir muchos recursos. Ya dije antes que Sartre probablemente se equivocaba en algunas cuestiones, pero la sociedad estaba atenta a debates de cuestiones de interés muy general. Hoy la fragmentación, el sectarismo, el localismo, la carencia de rigor y de altura de miras, son la tónica. La lectura lo que hace es confrontar, iluminar posturas distintas, construir librepensadores. Decía Ernesto Sábato que solo en la literatura se llegaba a una dimensión integral del ser humano, tal vez por ello sea tan importante estudiar lo que nos pasa desde todas las ópticas posibles, y eso es lo hace el congreso con sus diferentes secciones.

LO: ¿Hay algún segmento de público al que desean llegar con más amplio alcance?

EMN: Especialmente los jóvenes, me refiero a los profesores jóvenes que están empezando a enseñar en sus Universidades y que proceden de diferentes titulaciones, para que se habitúen a esta dimensión holística y transversal que propugnamos. Ellos, además, habrán de marcar las acciones futuras que deberán abordar los retos presentes.

La lectura permite construir el sentido del mundo y establecer conjeturas, eso es lo que más necesitamos ahora y ahí trabajará el Congreso: vislumbrar un futuro mejor con ayuda del mundo de la creación”

LO: ¿Cree que urge debatir los términos de realidad y (ciencia) ficción? ¿También redefinir sus respectivos marcos teóricos?

EMN: Claro, los imaginarios nos enseñan que la fabulación crea mundos consistentes en que uno encuentra modelos de vida, como ocurre en El Señor de los Anillos, y que son objeto de fascinación para los lectores. No es que Tolkien diera a la espalda al mundo que le tocó vivir, al contrario, la fantasía sirvió de “ropaje” o metáfora para expresar todo aquello que estaba asolando Europa, por ejemplo. Estas ficciones son, pues, sumamente realistas, y es fácil jugar a deducir dónde están camuflados Hitler y sus tropas. Se dice que Steven Soderbergh estrenó en 2011 un filme sobre un virus con demasiadas coincidencias con el coronavirus, pero yo creo que la realidad actual es mucho más dura que cualquiera de esas historias. Es como si el virus tuviese una conducta maquieválica o sibilina, capaz de poner en jaque muchas cosas, lo cual, por supuesto, no deja de ser una apreciación antrópica. Los desastres naturales o las plagas no tienen voluntad de matar, no son como el Hombre del Pantano del cómic o como otras figuraciones que nos hacemos cuando no comprendemos lo que está pasando. Si la realidad está modificada por algo, sin duda ahora es por el miedo, y también en esto la lectura puede hacer de catarsis.


LO

¡Comparte este post!