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NOVELA NEGRA Y POESÍA EN EL CORAZÓN KRONEN

Tras la II Semana Kronen, volvemos la mirada a la mejor, más completa y recontextualizada edición de la popular obra de J.A. Mañas que encontramos en librerías por mérito de Bala perdida, la editorial que supo recuperarla y hacer justicia con este clásico de los noventa. Ahora que la editora Lorena Carbajo se atreve también con su versión kómik, renovamos nuestro interés socioliterario por Historias del Kronen, su conexión actual con otros géneros y, sobre todo, nuestra tesis largamente defendida: alberga el germen genuino de la novela negra. 

Texto y Foto: Maica Rivera


 

Fronteriza, germinal y disruptiva. Todo a la vez. Eso es Historias del Kronen. Una novela que nos frenaba y a la vez nos impulsaba, como lectores, como críticos, como generación. Ahora lo vemos claro en panorámica pero esta naturaleza rara de bisagra fue algo que en los noventa apenas podíamos vislumbrar en todas sus dimensiones. Lo que sí presentimos muchos, sobre todo los nacidos en los setenta, fue que algo se removía no sólo dentro de nosotros sino también a nuestros pies. Pasarían las campanas de quedarse tan cerca del Nadal, llegaría el Goya para la película. Finalizaría la década. Y seguiríamos sin saber si andábamos al comienzo o al final de un período histórico o literario, habría que dejar transcurrir aún más tiempo para que las grietas comenzaran a adquirir la definición de sus límites de entrada y de salida.

Los noventa, mal estudiados, mal leídos, mal reeditados. Hasta la fecha. Éste y no otro, el de la publicación con Bala perdida y su rodaje con ella, estaba llamado  a ser el verdadero momento de Kronen. La ópera prima de un punk llamado José Ángel Mañas ha necesitado todos estos años de decalaje y reposo, pero, ahora, sabedores de que la suya es mucho más que una novela generacional, se imponen nuevas relecturas y revisiones.

Cierto, recreó un rabioso sentir finisecular, un desencanto juvenil urbano con ecos melancólicos del sonido de Seattle.

Pero no sólo eso. También marcó fuera de página el final de una forma de (sobre)vivir el oficio, de materializar la literatura, posiblemente también de leer y de compartir lo literario. Revisitar hoy los noventa con Kronen nos permite ganar el pasado para la cultura y el futuro de las siguientes generaciones, literarias y de lectores.

TRANSGRESORES DE LÍMITES

Ajustar cuentas con esta literatura del límite en los bordes de Fukuyama nos sorprende mezclando cosas insólitas como volver la vista a los márgenes del realismo de Sánchez Ferlosio y, sobre todo, de Baroja, y, a la vez, a secuencias lóbregas de Trainspotting. Esa oscuridad existencialista, heredera del papel y del audiovisual a partes iguales, pesa lo suficiente para que nos sea extremadamente fácil pasar de la barra del bar de Toni Romano, crónicas de la Transición de Juan Madrid, a la del Kronen. El veinteañero Carlos, que cambia la gravedad del veterano por acelerada superficialidad y el gin-tonic por papelinas de cocaína, toma el relevo manteniendo el acento seco, frío y minimalista. Ahí quedaba establecido el tono de continuidad del malestar popular dominante que renacería con toda su fuerza en el boom de novela negra del nuevo siglo, del que aún venimos dilucidando la estela alargada. Prosigamos, pues, repensando el género desde Kronen y en Kronen. Porque Historias del Kronen no fue exactamente el umbral al siguiente milenio sino el doble clic del interruptor de apagado y encendido en el túnel de tránsito cuyas sombras nos daban sin saberlo anticipo literario de los futuros miedos, violencias, psicopatías y abulias de las ciudades del siglo XXI. Tal vez también Kronen albergue las claves ocultas del neorrealismo que queda por venir. O del que ya está llegando en otros géneros inesperados. De momento, acaba de publicarse el poemario de Nacho Escuín, La mala raza, en Bala perdida. Y su presentación dejó muy claro este mes de noviembre en Malasaña que La poesía también es Kronen


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