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LUZ OSCURA EN LA NOCHE ESTIVAL

Aquí va nuestro plan vacacional ideal: un poquito de cine y mucha literatura de la buena con Ático de los libros. Y pasar unos días inolvidables en la costa. Lejos de marcarnos una escapada playera de chiringuito y sol, nos embarcamos, en estas coordenadas, en un viaje más profundo y fascinante para todos aquellos que gustamos de los misterios y las atmósferas inquietantes. 

Texto y foto portada: Silvia R. Coladas. Foto interior: Melissa Lesage.


 

Para ir entrando en materia, el primer paso es hacerse unas palomitas al punto de sal, bajar las persianas, cerrar las contras, o, en su defecto, esperar a la noche y visionar la premiada película El Faro del joven director Robert Eggers. Protagonizado por Willem Dafoe y Robert Pattinson, este singular filme en blanco y negro nos traslada a la década de 1890, Nueva Inglaterra; concretamente a un faro de una isla remota azotada por un mar embravecido y un viento inmisericorde. Los protagonistas -el torrero jefe y su joven ayudante- conviven durante varias semanas para mantenerlo en funcionamiento hasta que llegue el relevo. Pronto surgirán los roces y la consabida angustia que un estado de aislamiento semejante suele proporcionar.

El segundo paso de este ritual que proponemos es, ya sugestionados e inmersos en la atmósfera, encender las luces y sumergirnos a pulmón en las oscuras profundidades de la novela Los guardianes del faro de la joven autora Emma Stonex.

Publicada en España por Ático de los libros, se trata de una lectura traducida ya a más de veinte idiomas (en nuestro país, la traductora es Cristina Riera Carro).

El cineasta estadounidense Robert Eggers y la escritora británica Emma Stonex comparten año de natalicio: ambos nacieron en 1983. Abruma en la misma medida el talento de uno y otra, su obsesión con los faros y los enigmáticos hombres que los habitaban antes de que el progreso tecnológico llegara para estropearlo todo.

Stonex nos sitúa en Cornualles, 1972. En la víspera de Año Nuevo, un barco con el relevo prometido a los fareros Arthur Black, Billy Walker y Vincent Bourne llega a la Roca de la Doncella, a kilómetros de la costa, pero nadie sale a recibir la embarcación.

No hay rastro alguno de los hombres. La puerta de la torre está cerrada por dentro. Todos los relojes se han detenido a la misma hora. El registro del guarda principal describe una gran tormenta, a pesar de que esa semana el cielo ha estado despejado. Este arranque potente, inspirado en la desaparición real de tres fareros en diciembre del año 1900, despierta toda nuestra curiosidad. Y nos seducen sobremanera las poderosas imágenes. La Roca de la Doncella es eso mismo, una roca sobre la cual se ha levantado un faro. Ni una isla ni una esquina en tierra firme, tan sólo un peñasco rodeado de mar, sobre el que se erige una solitaria torre que resiste orgullosa los embates del fuerte oleaje.

LOS GUARDIANES DEL FARO

En un clima de austera pulcritud, de frío y humedad constantes, de agua salada, de humo de cigarrillos y comidas en lata, la autora nos introduce en la vida cotidiana de estos tres hombres -tan distintos entre sí pero con una común adicción a la soledad– durante las semanas anteriores a su misteriosa desaparición. Si la historia es espeluznante porque la catástrofe es ineludible, la ambientación, más allá del desasosiego nos transmite pavor. El contraste del poder de las fuerzas de la naturaleza con la pequeñez del ser humano incrementa esa sensación de vulnerabilidad.

La tensión es asfixiante, continua, y zarandea al lector de un lado a otro ya que la narración va de delante a atrás y de atrás hacia delante, abordando el momento de la desaparición, la vida de los fareros anterior a la misma y la de las viudas veinte años después, cuando todavía están intentando asimilar la pérdida. Estas épocas se entrelazan con una precisión que nos permitirá ir conociendo a los tres malogrados personajes y a sus peculiares cónyuges, tres mujeres condenadas a una soledad intermitente y a una competencia constante con un faro con nombre femenino que cobra vida propia por momentos y cuya linterna encendida les recuerda cada noche, como una cruel amante, su triunfo.

Pero, además de los tres hombres y sus esposas, además del propio faro que parece fagocitar a los unos y retar a las otras, existe una tercera protagonista también perturbadora: la Corporación del Tridente, la entidad encargada de la gestión y mantenimiento de estas gigantescas lámparas cuyas siniestras apariciones, intentando tapar lo ocurrido incluso décadas después, también nos dejan un regusto a alga putrefacta.

Uno de los puntos fuertes de la novela es, aparte de su prosa cuidada, su estructura dinámica que permite que haya casi tantos narradores como personajes protagonistas, otorgando al lector la facultad de estar en la cabeza y en el corazón de cada uno de ellos, adquiriendo así información privilegiada conforme la trama va desarrollándose hasta el sorprendente final.

Los guardianes del faro de Emma Stonex es una apasionante rareza en el género de la intriga, un destacado debut literario que incluye amor, celos, traiciones, miedos y secretos del pasado que se transmutan en misterios aún sin resolver bajo la omnipresencia de un cilindro claustrofóbico que curiosamente ilumina la noche pero oscurece el alma. Un hábitat extraño, sí, pero real y convincente; y eso es, quizás, lo más tenebroso.


LO

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