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ÉRASE UNA VEZ… ¡LA NAVIDAD!

No sé si os ha ocurrido alguna vez que, tras leer un libro, os quedáis con unas briznillas de complejo de inferioridad que se entremezclan con sana admiración, casi veneración, hacia su autor. A mí me acaba de ocurrir con Historia de la Navidad. El nacimiento del goce festivo en el cristianismo de Alberto del Campo Tejedor, que se nos presenta como “una obra fundamental sobre los orígenes de la Navidad, una historia oculta de la alegría y la risa en Occidente”.

Texto y fotos: Silvia R. Coladas.


Que alguien de tu quinta escriba un tratado minucioso sobre un tema complejo que te apasiona, que, además, ostente el nivel de investigación de una tesis doctoral, y que para, mayor inri, lo haga de forma entretenida, con un lenguaje entendible por todo el mundo y te lo hayas pasado bomba leyéndolo -igual que él, escribiéndolo-, me hace pensar que he pasado años perdiendo el tiempo mientras que otros lo aprovechaban al máximo.

Fustigaciones de conciencia personales aparte, que no interesan a nadie con excepción de mi psicoterapeuta, vamos con esta joya de la corona que ha tenido mi mente secuestrada durante unos cuantos días a tiempo completo -síndrome de Estocolmo incluido- aprendiendo muchísimo, sorprendiéndome más y gozando con ello.

Historia de la Navidad  es una obra elaborada por el profesor Alberto del Campo Tejedor (Doctor en Antropología social y ensayista), publicada recientemente por El Paseoa quienes agradecemos desde este púlpito su apuesta por la sabiduría-.

Sesuda y profunda, no pierde la función de divertir divulgando. Recoge el nacimiento del goce festivo del cristianismo a través de las distintas etapas históricas hasta nuestros días, explicando el origen de multitud de ritos y costumbres en las que participamos todos, de una u otra manera, seamos creyentes o no, fieles seguidores o detractores de la Navidad.

¡LUZ PARA EL MUNDO!

Comienza el periplo en el primer cristianismo que coexiste con los cultos mistéricos al sol -de ahí viene elDía del sol que es el Día de descanso, el domingo, por eso se le llama “Sunday” en inglés-, en el que asistimos a una mezcolanza de Cristo y el dios solar Apolo Helios. Nuestro famoso 25 de diciembre coincidía en aquella época con el solsticio de invierno del antiguo calendario juliano y era cuando estas religiones del sol festejaban el nacimiento de su dios. No es casualidad que la Iglesia se aprovechara también de esta circunstancia e hiciera suya una fecha absolutamente arraigada. Pero tampoco es en absoluto fortuito que se celebre el fin de año con algarabía, que se hagan bromas el Día de los Inocentes o que existan los belenes vivientes, las funciones teatrales navideñas, la lotería o el aguinaldo; que el roscón de Reyes lleve dentro un haba y se corone con ella al “rey de la faba” o se celebren numerosas fiestas populares en los distintos pueblos de nuestro país, en estas señaladas jornadas.

Todo viene de antiguo y del Campo nos lo irá descubriendo mediante un ameno pero muy escrupuloso análisis de los festejos navideños desde la Antigüedad, pasando por la Baja y la Alta Edad Media, el Renacimiento, el Barroco, la Ilustración, el Romanticismo, hasta llegar al siglo XX y al tiempo actual.

Pero el libro, como reza su cubierta, trata sobre el goce festivo, sobre la risa, sobre la alegría en la Navidad y es aquí donde nos llevamos más sorpresas. Porque estas fechas eran un verdadero desahogo para la población que vivía con austeridad, mucho trabajo y sufrimiento el resto del año.

La fiesta del Asnosímbolo de la necedad pero también de la humildad e incluso del erotismo-, en la que hasta el propio párroco rebuznaba, la fiesta del Obispillo en la que se escenificaba el mundo al revés y hasta el arzobispo se humillaba, o las misas de locos, en las que se buscaba la carcajada para atraer a la feligresía -así, la Carta a los Hebreos se transformaba en “Carta a los Ebrios”-, son unos cuantos ejemplos. Eran unos días en los que se invertían roles y se asistía a la humillación de los altos dignatarios, se parodiaban las misas y a sus personajes sagrados –san José siempre fue el que se llevó la peor parte-, se contaban chistes, se entonaban villancicos salidos de tono, se hacían sátiras truculentas, la gente se disfrazaba, se soltaban a los locos, se bailaba en la iglesia… En resumen: ¡se hacía reír! Al fin y al cabo, ¡una vez al año, no hacía daño!

No, no solo el pueblo llano participaba, sino que el clero se le unía a estas chanzas, chufleteaba y se burlaba de sus propios pecados y bajezas, llenando así los templos para sus predicaciones en las que utilizaban hasta efectos especiales. La risa era el elemento de cohesión durante esos días entre las distintas clases sociales y lo “jocoserio” su leitmotiv.

‘SPAIN IS DIFFERENT’: ¡ALEGRÍA!

En el minucioso estudio de del Campo, se demuestra una vez más que España era diferente -y lo sigue siendo- y que su idiosincrasia festiva no tenía igual. Así nos lo demuestra con numerosos testimonios de viajeros de otros países que nos visitaban y daban cuenta de ello, unas veces, positivamente: “Estas iglesias no están desangeladas, tienen vida, no ofrecen el aspecto glacialmente desértico de las nuestras”; y otras, escandalizados: “…los villancicos más producen risa que devoción”, “…la desenfrenada licencia que reina en las iglesias bajo el nombre de alegría, es increíble”.

¿Qué ha ocurrido con todo esto? ¿Han llegado vestigios de esta locura, de esta oda a la alegría religiosa, a nuestros días? ¿En qué momento y por qué desaparecieron las mojigangas de las iglesias y estas dejaron también de ser un lugar de reunión pagano? ¿Subsisten, a pesar de todo, estas curiosas costumbres en alguna parte del país? Conocemos las respuestas gracias a Alberto del Campo Tejedor que en Historia de la Navidad nos revela sus rigurosos conocimientos sobre una base histórica absolutamente documentada, con testimonios escritos de la época y con su propia y valiosa experiencia actual, demostrando un esfuerzo titánico de investigación y un exhaustivo trabajo de campo sin olvidar su talento natural para contar las cosas, provocando el nacimiento en el lector, página tras página, de una ávida curiosidad por saber más.

¿Nos vendría bien volver al humor y a la risa? ¿Están necesitadas las misas de alegría festiva? ¿Estarían más llenas las iglesias con menos solemnidad y más jarana? Ahí lo dejo… ¡Feliz y, sobre todo, ALEGRE NAVIDAD, queridos lectores!


LO

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