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CENTENARIO LEM

Este año que apuramos, hemos celebrado el centenario de Stanislaw Lem. Para la ocasión, rescatamos un curioso ensayo: Summa technologiae (Godot). Una recomendación de Frank G. Rubio, que escoge esta frase de Lem para contextualizarlo: “Soy ateo por razones morales. Pienso que al creador le reconocemos por su obra. En mi opinión, el mundo está tan mal construido que prefiero creer que no lo ha creado nadie”.  

Frank G. Rubio


 

La problemática afrontada por esta apasionante Summa technologiae es ambiciosa y se enmarca dentro de la corriente prometeico/faústica característica de la civilización occidental, desarrollada fundamentalmente a partir de la Modernidad. Como señala el autor: Al contrario de la mayoría de los animales, el ser humano no se adapta tanto al entorno, sino que transforma el entorno según sus necesidades. ¿Alguna vez eso será posible en las estrellas? ¿Podría surgir, aún en el más lejano futuro, una tecnología con un control remoto de los cambios dentro del sistema solar, de modo que los seres, inimaginablemente nimios en relación con la masa solar, sabrían a voluntad manejar su incendio de millones y millones de años? Me parece que es posible.

Este libro es una introducción de corte ensayístico al transhumanismo, con elementos de alta divulgación pero no exenta de postulados especulativos (son los que hoy hacen más apasionante su lectura), a la luz del estado de los hallazgos y problemas en el momento de su publicación, en relación a disciplinas anexas como la Cibernética y la Teoría General de Sistemas

Para entenderlo, hay que tener en cuenta el contexto histórico-cultural en el que fue escrito. 

Señalar, por ejemplo,  que esta obra, cuya primera edición tiene lugar en 1964 (tres años después de la publicación de Solaris) es coetánea de El Invencible, una novela extremadamente pesimista sobre las posibilidades de comunicación con otra civilización extraterrestre, en este caso compuesta por máquinas inteligentes autorreplicantes. Inteligencia en enjambre, nanotecnología y evolución artificial son sus leitmotiv más destacados. Una obra maestra

Stanislaw Lem (1921-2006), nacido en Lvov (ciudad polaca entonces, hoy ucraniana), es conocido fundamentalmente en los países de habla española como autor de numerosas obras de ciencia-ficción, tanto novelas como recopilaciones de relatos, dentro de la corriente que podríamos denominar “ficción especulativa”. En 1976, Theodore Sturgeon (1918-1985) señaló que Lem era uno de los escritores de ciencia ficción más leídos del planeta. Gran parte de su fama vino dada por la traducción sistemática de sus obras al ruso. Fue creador no sólo de novelas y relatos fantacientíficos o policiales sino también de ambiciosos y a la vez especulativos ensayos sobre tecnociencia y futurología. Este, al que el lector accede décadas después de la primera edición en polaco, de tres mil ejemplares iniciales de tirada según el autor, pronto traducido al ruso (1968) y al alemán (1970), es,  sin duda, el más destacado de ellos. 

EL DÍA DE MAÑANA SEGÚN LEM

Para Lem, el día de mañana es una de las más legítimas fuentes de especulación e inspiración, tanto en el campo de la ficción narrativa como en el del pensamiento científico y tecnológico. Y, como señala,  quizá sea más fácil dominar la Naturaleza que realizar un acto de regulación social a nivel global, por ello la tecnoevolución adelanta a la socioevolución

La ciencia ficción misma puede ser comprendida como una elaboración enciclopédica que prefiere la simulación a la arquitectura referencial para mejor provocar extrañamiento cognitivo. La ciencia ficción es una escritura donde la distancia entre lo real y lo imaginario es reabsorbida. Un experimento característicamente occidental de modelización del imaginario. Un modo simulativo de la conciencia práctica. Contra lo que muchos comentan, la obra de Lem solo tiene una tenue relación con lo que entendemos como Filosofía, aunque las construcciones hipotéticas y las derivas de trama contenidas en numerosos argumentos narrativos de sus obras tengan como resultado plantear importantes cuestiones existenciales. Para Lem, el cosmos no ha sido creado para nosotros, ni nosotros para él, y si hubiera otras inteligencias podrían perfectamente pasar por inadvertidas. Nuestro antropomorfismo es un hándicap. Como podemos ver podría perfectamente ser considerado un adelantado de la corriente filosófica denominada “realismo especulativo”. Recalcar la completa ausencia de referencias mitológicas, esotéricas o religiosas en su obra así como la casi completa también omisión de mujeres.

Lem es un autor vinculado intelectualmente a los movimientos antimetafísicos que, desde la reflexión sobre las ciencias, principalmente las Matemáticas y la Física, se dieron en Europa antes de la Gran Guerra

Hoy, con bastante más perspectiva que entonces, no es difícil verle como un predecesor del transhumanismo, y ya algún crítico avezado ha dejado constancia explícita de ello.

Se adelantó al concepto de “singularidad” elaborado por Ray Kurzweil, a quien se ha considerado un sucesor de Thomas Edison (1847-1931). Su obra es explícitamente antihumanista. Es un pensador proclive a ser entendido como propulsor de una civilización sintética que acabe sustituyendo al ser humano. Nos encontramos en este libro de edición  excelente (tanto en traducción como presentación) con una metateoría de los gradientes de la evolución tecnológica del hombre donde es esencial cotejar los paralelismos entre proto-organismos y proto-artefactos: el juego del Gran Constructor que, en gran medida, también somos Nosotros.

Del azar al panevolucionismo cósmico, por cierto una idea muy stapledoniana. La decisión no puede ser mecanizada; eso sería sólo posible como consecuencia de una transformación social tal que se convertiría en extraña a nuestro entendimiento, a aquello que es humano. El autor hace un extenso y fértil recorrido a lo largo de casi quinientas páginas, donde se combinan la divulgación rigurosa y la especulación, tras estas consideraciones sobre las dos evoluciones, la biológica y la técnica, abarcando cuestiones muy variadas como puedan ser la posible existencia de civilizaciones cósmicas o la convocatoria de ciencias posibles no existentes aún como pudieran ser, entre otras, la Fantomología, que incorpora la Fantomática (“realidad virtual”), ambas involucradas en la posible creación de mundos.

Nada más que observar, vale la pena leer la obra de Lem teniendo siempre presente la época en la que fue escrito y la que está cayendo.


LO

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