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ABRE LA VENTANA, HERMANO

Los especialistas en el género que integramos el equipo de LOmagazine hemos coincidido por unanimidad en valorar que Salem’s Lot es la mejor novela del maestro Stephen King, pero vamos mucho más allá, opinamos con total convicción que se trata de la mejor novela de vampiros de la segunda mitad del siglo XX. También estamos de acuerdo en que las últimas ediciones no le hacen ninguna justicia al clásico y nos quedamos con la ilustrada del 30 aniversario. No puede faltarnos hoy su recomendación, ¡felices pesadillas, hermanos!

Maica Rivera. Imágenes: De portada, Original Television Soundtrack. De interior, el actor David Soul en un fotograma de la serie televisiva El misterio de Salem´s Lot (1979).


 

Somos una generación traumatizada por la secuencia de la ventanita que resume todo el horror de la adaptación a televisión de Salem´s Lot en 1979. ¿Nos atrevemos a rememorarla? El pequeño vampiro recién converso Ralphie Glick visita el dormitorio de su hermano mayor, Danny Glick, para darle un mordisco de buenas noches. Cómo olvidarlo. Ver aquello de niños nos dejó la marca del vampiro, nada volvería ser igual en el imaginario de nuestras ficciones más espeluznantes y recordaríamos ya para siempre, entre nuestros terrores favoritos, al monstruo acechando en la oscuridad, flotando al otro lado del cristal. ¿Cuántas veces desde entonces hemos creído vislumbrar esa sombra, esos colmillos, al cerrar los postigos para ir a dormir?

Hoy es buen día para recuperarlo todo, las imágenes, las sensaciones, el escalofrío, y, sobre todo, esta obra maestra del terror publicada originalmente en 1975. Resucitamos para la ocasión a nuestra pandilla de pálidas almas en pena, a su vez, letales chupasangres, a quienes trataron de combatir infructuosamente un escritor, un profesor, un médico y un niño de un pueblo maldito de Maine.

Lo ideal sería poder recuperar la lectura de la novela en la edición ilustrada con la que Plaza & Janés conmemoró su trigésimo aniversario, una versión completa del texto que incorporó cincuenta páginas eliminadas con suculentos añadidos: una nueva introducción escrita por el autor, dos relatos inéditos sobre los personajes y una serie de fotografías surrealistas que ilustran la asfixiante atmósfera de Salem´s Lot.

No hay que escatimar ni solo un detalle para disfrutar, una vez más, de la puesta de largo más personal de Stephen King, quien no pierde ocasión de bromear sobre sus ínfulas de “fusionar Drácula y Cuentos desde la cripta para llegar a un Moby Dick“.

El Rey del Terror se ríe de sí mismo al recordar la inspiración del que fue su segundo lanzamiento editorial. Pero no fue desencaminado en aspiraciones. El resultado se aproximaría a las expectativas de combinar “el vampiro aristocrático de Stoker con las rollizas sanguijuelas de los cómics de EC para dar lugar a un híbrido popular a caballo entre el noble y el desgraciado sediento de sangre, como los zombis en La noche de los muertos vivientes de George A. Romero”. En comparación, “Carrie, el libro que escribí antes de este, casi se antoja patético”, llegó a sentenciar el autor

Pocas novelas consiguen crear, y después mantener, el efecto hipnótico de Salem´s Lot. “Tras sobrepasar Portland mientras se dirigía al norte por la autopista de peaje, Ben Mears había empezado a sentir en el vientre un cosquilleo de agitación nada desagradable“. Más que empatizar, nos mimetizamos desde las primeras líneas, tras el prólogo, con el escritor viudo que la protagoniza, a su regreso al pequeño pueblo donde revivirá literalmente todos sus miedos infantiles. Desapariciones de niños y muertes inesperadas apuntan a la aterradora casa Marsten de Salem´s Lot, epicentro sobre el que gravitarán una serie de reflexiones graves en torno al mal dentro de una estructura narrativa servicio de una lectura adictiva. 

CRUCIFIJO, ESTACA Y LIBRO

La de Jerusalem´s Lot es, como sentencia Stephen King, “una historia de las que asustan”. De las buenas, claro, de las que te abducen para dotarte de un insólito superpoder que solo aflora con títulos muy concretos: la capacidad de asimilar más de seiscientas páginas de tirón, con el tomazo en una mano, y el crucifijo y la estaca en la otra. Pero la narración no se queda en eso, que ya sería bastante. Todo torna más profundo cuando sabemos que la intención de King fue invertir la “optimista” tesis stokeriana, trasladar el mito vampírico a los años setenta en una versión con un conde Drácula “completamente triunfante sobre los raquíticos representantes del mundo racional” de nuestro tiempo, una metáfora de todo lo que andaba mal en la sociedad de la América post-Vietnam, “donde los ricos se hacían cada vez más ricos y los pobres dependían de beneficencia”.

Mención aparte para determinados guiños sutiles, cargados de significado, que no pasamos por alto. Por ejemplo, que, en uno de los capítulos, un sacerdote cite  las Cartas del diablo a su sobrino de C.S.Lewis al hacer recuento de títulos de ficción y folclore de vampiros de una estantería. ¿Algo anecdótico? Jamás, no sobra ni una coma de estas páginas.

Tampoco lo es que King haya hablado de la trilogía de El Señor de los Anillos de J.R.R.Tolkien en términos de “versión algo menos tenebrosa del Drácula de Bram Stoker”. Y atención, porque este libro, Second coming y después Jerusalem´s Lot antes del título definitivo, arranca con un artículo inquietante sobre un par de fugitivos que huyen de un pueblo abandonado, padre e hijo en apariencia, sabemos que el chico será bautizado en la fe católica y que dará cuenta de sobrecogedoras aventuras en su primera confesión al anciano padre Gracon de la aldea donde se refugian. El confesor les prometerá “rezar por ellos”.

Otro sacerdote, el padre Donald Callahan, es el personaje más sugerente de la obra. Simboliza el gran riesgo de perder la fe en el cuerpo a cuerpo contra el monstruo, será su crisis espiritual la que le ponga a los pies del  vampiro, dejándonos una poderosa imagen: la cruz reducida a un simple trozo de yeso porque la sostiene en alto con las manos para defenderse pero no es capaz de sostenerla con el corazón desde lo más íntimo de su ser. Muy emocionante el contraste con el clímax protagonizado por Ben Mears, quien, al percibir el acecho del mal, comienza a calentar para el brutal combate que se le viene encima, salmodiando en voz alta: “El Señor es mi pastor. Nada me ha de faltar…”.


LO

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