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A QUÉ SABE EL ADIÓS DE UN POETA

Siguen  las incertidumbres y los sobresaltos propios de montaña rusa en estos primeros compases de 2022. Entre esperanzas y sentimientos encontrados, con un marcado regusto agridulce, aferrémonos a la poesía y hagamos nuestro este necesario Diagnóstico interior (Discursiva).  Se trata del último poemario del escritor y columnista Alexander Vórtice.

Silvia R. Coladas.


Asistimos a una nueva introspección de este autor pontevedrés que nos arrastra hacia un examen de conciencia con toda la fuerza de la ola atlántica. Vórtice, más que manejar el vocabulario, lo desmenuza en un verso sensitivo que nos atraviesa hasta la médula. Divide el poemario en latidos y lo zanja con un shock, ¿letal o con posibilidad de sanación? A elección propia. Pero hay algo inevitable e irreversible: Diagnóstico interior nos hiere. Porque nos hace comulgar con una culpa colectiva de la que nadie es inocente.

SRC: Al Diagnóstico interior del título se le contrapone, casi a cada verso, otro diagnóstico, pero exterior, que nos revela el síntoma de una sociedad enferma… 

AV: Es un poemario escrito a dos voces: la interior y la exterior. No sé si la sociedad está enferma, sí creo que está necesitada de mucha poesía, de mucha investigación sobre uno mismo y sobre lo que nos rodea. Los poemas de este libro intentan averiguar qué está pasando ahí fuera y qué sonidos son estos que resuenan en mis adentros (acaso latidos, o tal vez sólo sirenas de un futuro que se aproxima y de un pasado que ya no es).

SRC: ¿La poesía puede, de verdad, remover conciencias en nuestro tiempo?  

AV: El artista, en términos generales, debe estar involucrado íntimamente con la sociedad que le ha tocado en suerte. Por mi parte, siempre me he mojado en mis escritos. He dicho con claridad lo que opino sobre los problemas sociales.

El hecho de ser una persona pública o medianamente pública te hace adquirir una responsabilidad para mejorar con tu arte y tus opiniones el mundo que te rodea.

SRC: El libro comienza con una acusación que suena a hartazgo, a gota que colma el vaso. Muchos podríamos subrogarnos en tus denuncias, ¿es un enfado personal o un grito colectivo?

AV: No es un enfado, pero sí una crítica. Primeramente, una crítica a mí mismo que hago extensible al resto de mortales. Yo me acuso por haber hecho mal y prometo mejorar como persona; al hacer esto, considero que tengo el derecho y el deber de señalar con mis versos las injusticias diarias que muchas otras personas están padeciendo.

SRC: “Acaso la vida sea un recuerdo críptico, una soledad compartida con millones de soledades”, nos dice el cuarto latido del poema que titula el libro. Estar solo, rodeado de gente, es uno de los males de nuestro tiempo, ¿y, a la vez, fuente de tu inspiración? 

AV: He bebido con gusto de la soledad porque la literatura estaba ahí, a mi lado, acogiéndome entre sus letras. Uno de los males de la sociedad actual es que la ética ha dado paso a la estética y la solidaridad ha dado paso al individualismo radical. Sólo pondré un dato muy preocupante sobre la mesa: en España 10 personas se suicidan cada día y 200 lo intentan. Esto es un síntoma inequívoco de que algo va mal, aunque las instituciones públicas quieran mirar hacia otro lado.

‘MEMENTO MORI’, POETA

SRC: “Reímos necedades por mera supervivencia”. ¡Cuánta verdad en este verso! ¿Por qué llenamos nuestras vidas con tantas ataduras que no llevan a nada?

AV: El ser humano se olvida del memento mori (recuerda que morirás). Si fuésemos conscientes -tal y como yo lo intento ser- de que todos falleceremos algún día, acaso nos empezaríamos a comportar como seres realmente humanos, sin envidias, sin guerras absurdas, sin mentiras…

SRC: La filosofía estoica nos dice que  lo único que realmente existe es el presente (el pasado ya no existe y el futuro cuando llegue, será presente). Pero, por alusiones, a ti lo que te preocupa es el futuro… 

AV: Me preocupa el futuro porque estoy comprometido con la ilustración de “mi mundo” y del mundo que me rodea; es decir, considero que el ser humano ha nacido para respetar y dejar un mundo mejor a las nuevas generaciones. Yo utilizo mis letras para ello, pero cualquier persona, en su día a día y con pequeños gestos, puede hacer que las cosas evolucionen y progresen. El que haga lo contrario, puede que sea un necio o un malnacido.

SRC: Existe en tu verso más erotismo que nunca. ¿Tiene algo que ver la era poscovid?

AV: Efectivamente, este es el poemario en el que más sensualidad y erotismo aparecen de todos los que he ido publicando a lo largo de los años. Es un erotismo dulce, apasionado… También es una reivindicación al amor no tanto carnal, sino más bien espiritual, de siglos venideros. Tanto en la era Covid como en la era poscovid, considero que hacer el amor aún es un acto de rebeldía y necesidad vital.

SRC: ¿Qué lecturas te están influyendo ahora? ¿Algún autor recurrente, alguna gran inspiración…?

AV: Leo y releo a Bukowski, César Vallejo, Blas de Otero, Manuel Antonio, Rosalía de Castro… Los clásicos nunca defraudan, como el buen vino o una oportuna velada charlando con amigos sobre lo que pudo ser y, finalmente, se convirtió en sombras y cenizas.

SRC: En la introducción, insinúas que éste pueda ser el último poemario que vea la luz. ¿Tan desencantado estás o acaso quieres cambiar de género (literario)? 

AV: Vivo desencantado porque vivo muy intensamente, al menos desde hace unos pocos años. El ser consciente sabe que el mundo es un mal lugar por el que vale la pena luchar y dejarse la piel. Cierto es que dejo este género de manera pública porque no acepto el “comercio de las palabras” con el que me he encontrado a lo largo de estos años, quiero decir: uno escribe -o al menos así debiera ser- sin ataduras, sin importar el porqué o el qué dirán… Cuando la poética está aderezada por el marketing y el business, lo mejor es cerrar la puerta y tirar la llave al mar.


LO

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