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VISUALITURAS DE LÓPEZ-RÚA EN MÉXICO

Prometimos seguir la pista de Víctor López-Rúa tras su destacada participación en la Feria del Libro de Madrid 2018, cuando firmó en calidad de ilustrador la edición que Luis Alberto de Cuenca realizó de las Sonatas de Valle-Inclán (Reino de Cordelia). Viajamos con él a México donde acaba de inaugurar la muestra Ardiente Aura, en medio de un apasionante mapa cultural, libresco y de pensamiento.

Texto y foto de crónica: Silvia R. Coladas. Foto portada: Maica Rivera


Es decir, que ahora cumplimos nuestra promesa. Acudimos a reencontramos con el artista plástico Víctor López-Rúa en el Centro Cultural de España en México, un importante organismo de promoción y cooperación cultural que presenta en este país lo mejor del arte, la cultura, las industrias creativas y la ciencia españolas. Ubicado en el casco histórico de esta inmensa urbe, en una casona del siglo XVII y un edificio nuevo que la amplía, presenta dos entradas, una por la calle Guatemala y otra por la Donceles. Elegimos esta última porque es la más literaria. Aquí se hallan más de dos docenas de librerías de viejo, las mayores del mundo, y, además, fue en esta calle del pleno centro donde el escritor mexicano Carlos Fuentes ambientó su mítica novela corta Aura, una de las obras más emblemáticas de la Historia de la Literatura de este país, de las más vendidas en México y de las más representativas del boom latinoamericano.

Aquí se encuentran más de dos docenas de librerías de viejo y fue en esta calle donde el escritor mexicano Carlos Fuentes ambientó su mítica novela Aura, una de las obras más emblemáticas de la Historia de la Literatura de este país

Como si de una premonición se tratara, subimos hasta la segunda planta del edificio para adentrarnos en esa otra aura que perseguimos, el Ardiente Aura de Víctor López-Rúa, un ambicioso proyecto que trata de defender,  junto al artista mexicano Luis Kerch,  la pintura en el contexto del Arte Contemporáneo, donde, en ciertos círculos especializados, se encuentra relegada y eclipsada por otras expresiones artísticas como la fotografía y la instalación; o, simplemente, condicionada por la limitación de tener que dotarle de un significado social o medioambiental a modo de mensaje político. Esta esforzada reivindicación la realiza el artista a través de un género tradicional que ha vuelto a la primera línea de actualidad en la ultima década. Pero, ¿qué es el aura? El aura es un concepto que intenta definir ese momento de misterio y emoción del espectador con la obra de arte que un entendimiento sectario del arte moderno intenta condenar al total ostracismo y desechar como tabú, algo absolutamente prohibido. Sin embargo, nosotros, ajenos a esa prohibición impuesta de manera dictatorial, al entrar en la sala donde se exponen las obras comenzamos a sentir esa ardiente aura que nos promete López-Rúa y lo primero que percibimos es esa contemplación de la belleza con todo lo que ello acarrea de emoción y bienestar para nuestros sentidos.

Todas las obras, tanto las de Víctor López-Rúa como las de Luis Kerch, son paisajes. Nos cuenta López-Rúa que el paisaje, realmente, es una creación del hombre, una mirada subjetiva sobre la naturaleza, y que el mensaje que pretende transmitir es el retorno del artista a la naturaleza sin necesidad de recurrir a reflexiones sociales o medioambientales. Y pensamos, ¿por qué desde determinados sectores nos intentan negar el disfrute de la belleza de una paisaje plasmado en una obra de arte? Pero la cosa no se queda ahí. Nos encontramos con que cada cuadro suyo nos propone una historia pero somos nosotros, los propios espectadores y no el artista, quienes la creamos. El artista nos plantea una escena con unos elementos, normalmente desconcertantes, que pueden ser interpretados de múltiples formas, tantas como ojos los contemplen. De esa contemplación surge, en cada espectador, un relato distinto, un aura diferente, son cuadros que hablan como si se trataran del fotograma de una película y es ese el momento en que la pintura se transforma en literatura.

Aquí comprendemos a la perfección la valoración crítica del catedrático de literatura comparada José María Paz Gago, que inscribe la obra de López-Rúa dentro de la Visualitura, término acuñado por él mismo como arte transversal en el que se dan cita “el arte plástico y la narrativa verbal, el relato y la fotografía o el cinema”. Por su parte, Luis Alberto de Cuenca nos dice: “Mi mundo es la literatura y fue esa afección por el universo de lo escrito, lo que me acercó a las historias narradas por Víctor López-Rúa en imágenes, puesto que, en la trastienda de todas y cada una de sus obras, hay… una capacidad inusitada de contar, de referir, de relatar…”.

El artista coloca ante nosotros una escena con elementos desconcertantes, susceptibles de múltiples interpretaciones, tantas como ojos los contemplen. De esa contemplación surge, en cada espectador, un relato distinto, un aura diferente. Ese es el momento en el que la pintura se transforma en literatura

Iniciado el recorrido y deteniéndonos en cada uno de sus cuadros, nuestra imaginación corre paralela a nuestro desconcierto. La belleza nos conmueve pero hay algo que, tras escasos segundos de contemplación, nos roba la tranquilidad y el sosiego y es ahí donde comienza a gestarse el relato, la historia y esa historia que, no nos cansaremos de repetir, es siempre distinta para cada espectador. Y descubrimos que el aura es ardiente y no fría y que si nuestra alma ya había comenzado a alimentarse, es ahora nuestra imaginación la que se pone en marcha.

Para comprobar y repensar todo esto, tras el pertinente barrido de librerías de lance por el centro histórico, la exposición  Ardiente Aura podrá visitarse en el Centro Cultural de España en México hasta el próximo 6 de octubre.


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